martes, 18 de enero de 2011

Hoy cocino yo…receta especial

Para esas veladas en las que tienes invitados y quieres quedar bien, para esa ocasión especial en la que tu jefe se toma la libertad de “apuntarse” a cenar en tu casa, para ese día en que decides sorprender a tu pareja con algo diferente, propongo hoy una receta fácil, asequible, cómoda y rápida, con la que sin duda, no dejarás a nadie indiferente. Ésta no es otra sino la que paso a relatar a continuación, mientras yo mismo voy preparándola:

Asado de elefantes rellenos al jerez

INGREDIENTE PARA CUATRO PERSONAS

-elefantes africanos (4 unidades)
-tomates (100 kg)
-patatas (120 kg)
-cebollas (160 kg)
-magro de cerdo picado (200 kg)
-ciruelas pasas (60 kg)
-mantequilla (20 kg)
-leche (60 litros)
-miga de pan (40 kg)
-vino de Jerez (50 litros)
-sal y pimienta (abundantísimas)


PREPARACIÓN

Antes de proseguir, imagino que quizás alguno de vosotros estará pensando que he pasado por alto una cuestión crucial como es la del tamaño de los elefantes. Pues bien, para disipar cualquier conato de duda, haré referencia ahora al tema. Deben ser medianos, ni muy pequeños, ni muy grandes, un poco en función del apetito que tengamos, lo dejo a vuestro sano juicio.

Lo primero que debemos tener presente a la hora de preparar cualquier plato es elegir bien el producto. En el caso que nos ocupa tenemos dos opciones:
Una de ellas, la más atractiva aunque también menos aconsejable, es la de emprender rumbo a Tanzania y ocuparnos nosotros mismos de la selección de los paquidermos, inmersos en su propio hábitat natural. Como he dicho, a pesar del halo épico y el cierto grado de heroicidad que supone atrapar con tus propias manos y con la única ayuda de una cuerda a cuatro ejemplares de elefante africano, no debemos perder de vista que se trata de una especie que, a pesar de su legendaria fama de animal tranquilo, en la lucha cuerpo a cuerpo, y sin arriesgarme a asegurarlo con rotundidad, pudiera darse el caso de que saliésemos perjudicados.
Sin duda pues, nos decantamos por la segunda de las opciones: vuestro supermercado de confianza. Lejos de recomendar las bandejas de elefantes envasados al vacío y envueltos en celofán, me inclino a sugerir que optéis por comprarlos al peso, si se da la ocasión, ya que los podréis escoger en función de su grado de ternura y madurez.
El resto de productos son de uso cotidiano y suelen hallarse en la despensa de cualquiera de nuestros hogares. Si no se dispone de alguno de los ingredientes en las cantidades indicadas, se compra.

Ahora nos encontramos en la cocina. En primer lugar, desplegamos y extendemos un par de rollos de papel de aluminio o vegetal sobre el suelo y dejamos caer los elefantes encima, sin que queden apelmazados, más bien debe quedar suficiente espacio entre ellos, con el fin de que podamos seguir trabajando con comodidad y desenvoltura. Es importante embadurnar generosamente de mantequilla, tanto el soporte como a los propios paquidermos, para evitar que se adhieran entre sí. Esto se puede llevar a cabo a brocha o con un rodillo. Mientras los elefantes y nuestros brazos reposan, aprovechamos para descorchar una de las botellas de Jerez, y  disfrutar de antemano el momento de gloria que nos espera con un merecido y sabroso copazo.

Las siguientes actividades se desarrollarán, en la medida de lo posible, de modo simultáneo:
-Ponemos a macerar las ciruelas pasas con el vino de Jerez. Si el espacio del que dispone nuestra cocina es insuficiente, podemos dejar el recipiente en el baño. Se recomienda llevar especial cuidado al desplazar este barreño. No conviene verter Jerez por el suelo de la cocina, pues una hipotética mezcla con la mantequilla esparcida sobre el papel de aluminio podría convertirse en una trampa letal, haciéndonos resbalar, y consiguiendo estropear lo que, con toda seguridad, será una noche inolvidable.
-Empapamos la miga de pan con la leche. Puesto que hemos ocupado el suelo del baño con el cubo de las ciruelas y el Jerez, podemos optar por realizar el empapado de la miga directamente en el seno del fregadero de la cocina, o en el del lavabo del aseo de cortesía. Si no sois demasiado escrupulosos también lo podéis llevar a cabo en la bañera, que tiene más capacidad.
-Pelamos los tomates, patatas y cebollas. Troceamos en juliana. Debemos actuar con celeridad y vigor, pero también con cuidado y sensatez. Si nos percatamos de que no vamos bien de tiempo, podemos dejar alguna de las verduras sin trocear, que ya las emplearemos para decoración. Disponemos todo amontonado, formando una pirámide más o menos estable, sobre la mesa del comedor. Si no hay sitio suficiente, ocupamos otras estancias libres, improvisando y habilitando, si es preciso, amplias superficies planas cubiertas por plástico, si es que tenemos, sobre las camas.
-Precalentamos el horno a la máxima potencia admisible, al filo de la locura, pues esto tendríamos que haberlo hecho mucho antes. Si contamos con calefacción central, la encendemos también, que seguro que contribuye, mientras cruzamos los dedos con la vana ilusión de que la visita se retrase.

En este momento, más que nunca, debemos guardar la calma, tomar aire, respirar hondo y tratar de serenarnos. No debe cundir el pánico, y para llevar mejor la situación nos servimos otra copa de Jerez. Y otra más.
Ahora toca actuar con cabeza, con sangre fría. No podemos dejarnos llevar por la desesperación. Debemos pensar en el glorioso final de todo esto. No nos centremos en el caos reinante ni en el sainete que estamos protagonizando, víctimas de nuestra propia ambición desmedida. Otra copa.

Aún queda mucho por hacer, entre otras cosas, acopio de ollas, cazuelas, sartenes y cazos para ir pochando y dorando la verdura troceada. Acabo de recordar que los 200 kg de magro de cerdo picado están olvidados en el maletero del coche. Bajo a por ellos sin más dilación, abriéndome paso a través de los elefantes yacentes, sorteando verduras troceadas, migas de pan bañadas en leche y ciruelas pasas maceradas en Jerez, que se hallan azarosamente dispuestas sobre una fina capa de mantequilla, ya en estado líquido por el efecto del calor. Subo de nuevo a casa cargado con el magro de cerdo picado, mientras compruebo con asombro cómo el vapor resultante de la cocción de las verduras, sumado a los 39º de temperatura a los que se halla el interior de la vivienda, han dado lugar a una especie de neblina densísima que dificulta la visión. Desafortunadamente, tropiezo con una ciruela pasa, resbalo y voy a caer sobre uno de los elefantes. Como consecuencia del incidente, pierdo el control sobre el magro de cerdo, pasando éste a formar parte del amasijo de productos que se amontonan por doquier. Consigo rescatar una cuarta parte del magro, es decir, alrededor de 50 kg, que deposito con desgana sobre el sofá de cuero. Necesito un par de tragos de Jerez. A estas alturas, hay una pregunta que no para de resonar dentro de mi mente: ¿por qué no habré pedido unas pizzas?. Pero ahora el problema no es la comida, sino que más bien se trata de mantenerse en pie, de guardar ese equilibrio que pierdo con tanta facilidad. Quizás me sobraron los tres últimos copazos, quizás. Huele a verdura quemada, y los elefantes todavía sin abrir en canal. Busco y a tientas doy con un cuchillo jamonero. Me lío a sablazos con los pobres paquidermos, que no tienen culpa de nada, mientras me pregunto por qué tendrán esa piel tan dura y rugosa los jodíos. No consigo abrir hueco. Voy a por el taladro. No veo una mierda. Juego mi última baza. Decido armarme de valor y al grito de “¡¡Aaaaahhh!!” me lanzo como un ninja sobre ellos, sable samurai, recuerdo de mi viaje por oriente, en mano, y ahora sí logro hacer hueco, más bien “huecos”, sobre  el mobiliario de cocina, gres porcelánico, electrodomésticos, carpintería e incluso escayola.
Exhausto, rendido, agobiado, avergonzado, humillado, decepcionado, sangrando mi propia vanidad, me tiendo en el centro de la cocina, boca arriba, rebozado, jadeante, mientras recuerdo, perplejo, que la cena, esa cena, mi cena, mi gran cena, era para el sábado próximo en vez de para hoy.

6 comentarios:

  1. Esta entrada me encanta, ¡es ingeniosísima! , ¡qué bueno!, menuda mezcla de ironia, ingenio, inocencia, ... visualizar la escena en mi propia casa me hace comenzar a sonreir para reir, ¡qué bueno!, ¡qué bueno!.

    ¿No está acabada, verdad?. ¿Pero no tendremos que espearar hasta el sábado para la próxima entrega? ... Sé generoso... ¿para mañana? ¿ ?

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  2. En caso de que mi supermercado de confianza no disponga de elefantes en stock, ¿qué otro paquidermo sugieres? ¿Jabalí? ¿Hipopótamo? Lo digo porque los paquidermos acuáticos suelen quedar más tiernos al horno.

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  3. El gran Luis Sánchez Polack preparaba un guiso muy apañado con rinocerontes, por si le sirve de inspiración, msblackberry.

    Ruiz for President!

    PD: ésta me la leo mañana, porque ahora se me juntan las letras xD (que siestas más mal aprovechás)

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  4. Bueno, muy bueno....me recuerda a la primera cena que organice para unos amigos en mi casa.....jajajaja, mas o menos me encontré como tú, ah y por cierto también me equivoqué de dia,jajajajaja, tienes un sentido del humor buenisimo....

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  5. Me haces reir muchísimo, gracias.

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  6. Mis respuestas:



    a CENTRO DE PSICOLOGÍA GESTALT: efectivamente, la receta está inconclusa. Sin embargo, como comprenderás, necesito reflexionar, tomar un poco de distancia y hacer balance para decidir si vuelvo a repetir el desaguisado en breve o lo aplazo indefinidamente. Tiempo al tiempo. Saludos!



    A msblackberry: te sugiero que pruebes con la receta que comenta chungalitos. La cazoleta de cachalote también sale muy buena al horno, o el salteado de piernas de ñu con entrañable de orca. La cuestión es que pruebes, que te atrevas a ganar, que retes al destino, y fundamentalmente, que luego lo puedas compartir. Saludos!



    a chungalitos: gracias por la aportación de los rinocerontes. Tomo nota para este fin de semana, que tengo visita y quisiera impresionar. Espero poder hacerlo…y contarlo.
    Por cierto, lo de las siestas mal aprovechás me resulta familiar. Quizás sea un disparate, pero podría usted probar a sustituir una de ellas por un café con alguno de sus amigos. Tan solo es una sugerencia que se me ocurre. Saludos!



    a Bea: es algo que nos ha pasado a casi todos, en un momento u otro de nuestra vida. Quizás no con el nivel de dramatismo con el que cuento aquí, pero puede que se acerque bastante. Lo bueno es que vamos descubriendo nuestras propias limitaciones y fundamentalmente, que aprendemos a reírnos de nosotros mismos. Saludos!



    a mali: de nada. Para mí es un placer escribir, disfruto imaginando situaciones y tratando torpemente de darles vida. Me río muchísimo también y me ayuda a soportar mejor los problemas que llevo. Si consigo causar un efecto similar en los demás, mi satisfacción es doble entonces. Saludos!

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