viernes, 23 de diciembre de 2011

En pocas palabras, cincuenta concretamente...Asesino en serio






 
Contempló su mano derecha manchada de sangre. Acababa de segar otra vida. Una de tantas. La sombra del remordimiento planeó sobre su conciencia. Sintió náuseas, pero siguió borrando aquél rastro de muerte. Le alivió pensar que ese ser miserable se lo tenía merecido. Ese puto mosquito no le dejaba dormir.


miércoles, 21 de diciembre de 2011

Carta a Papá Noel


Estimados lectores, pongo a su disposición el texto que un servidor escribió para participar en el III Concurso Literario de la Escuela Oficial de Idiomas de Elche. El idioma, como seguramente comprobarán, es el italiano, y el nivel, como más que probablemente adivinarán, el básico.
En primer lugar procedo a reproducir el texto original, y a continuación pueden leer la traducción al castellano.
Ahí van.

Caro, ma non troppo, Babbo Natale:

Mi dispiace. Non è facile parlare di questo, ma dovrei essere sincero. Mi chiamo Hans Klaus ed io sono il tuo dirimpettaio. Ti scrivo perché avrei bisogno di raccontarti quello che succede nel palazzo in cui, per sfortuna, abitiamo insieme.
Dato che noi due condividiamo lo stesso cognome, dovremmo parlare seriamente con il postino. La mia cassetta della posta sempre è affollata di lettere che non mi appartengono. Questi ultimi giorni ci sono un milliardo. Alcuni mi chiedono una bicicletta, altri un computer… Cosa credono? Non ho soldi, infatti sono al verde. Sarebbe stupendo non avere nuovamente questo problema.
Mi faccio molte domande a me stesso, ma non riesco a capire perché Rudolf ed altri alci devono vivere nell’ingresso del nostro palazzo. Tu sei un uomo di succeso e credo che potresti affittare quache posto carino per loro. L’ingresso è diventato uno spazio brutto e sporco. Gli alci, che sono degli animali veramente belli, invece lasciano un profumo, come direi… indimenticabile? E non per caso si può respirare un profondo odore a mer…coledì sera. Dio mio.
Per finire, avrei un altro lamento. Forse non ho il senso dell’umore suficente, forse non capisco gli scherzi, ma gli gnomi che lavorano per te vanno e vengono, cantano, ballano e bevono. Si divertono tra di loro, urlano e ridono, ubriachi fino alle sei di mattina. Mia moglie ed io dobbiamo alzarci presto la mattina, ma siamo svegliati tutta la notte. Anche i bambini devono andare a scuola. Non ne possiamo più. Siamo stanchi, anzi arrabbiati. Non sapiamo cosa fare. Magari tu, Babbo Natale, sapresti come aiutarci.

Affettuosamente ti saluta,
Hans Klaus

Post Scriptum: Dimenticavo dirti che quest’anno non voglio il tipico pigiama a righe né i classichi calzini a quadri. Neanche le cravatte a fiori, quelle che non ho mai indossato. Preferirei una palla di pelle di pollo oppure un etto e mezzo di nulla.



Querido, pero tampoco mucho, Papá Noel:
Lo siento. No me resulta fácil hablar de esto, pero debería ser honesto. Mi nombre es Hans Klaus, y soy tu vecino de enfrente. Te escribo porque necesitaría contarte aquello que sucede en el edificio en el que, por desgracia, vivimos juntos.
Dado que ambos compartimos apellido, deberíamos hablar seriamente con el cartero. Mi buzón de correo está siempre atestado de cartas que no me pertenecen. Estos últimos días hay como mil millones. Algunos me piden una bicicleta, otros un ordenador… ¿Qué se creen? No tengo dinero, de hecho estoy sin blanca. Sería genial no tener de nuevo este problema.
Me hago un montón de preguntas, pero no alcanzo a comprender por qué Rudolf y los otros renos deben vivir en el zaguán de nuestro edificio. Tú eres un hombre de éxito y creo que podrías alquilar algún buen sitio para ellos. El zaguán se ha convertido en un espacio feo y sucio. Los renos, que son unos animales realmente preciosos, sin embargo dejan un perfume, como diría… ¿inolvidable? Y no es casual que se pueda respirar un profundo olor a mier…coles por la tarde. Dios mío.
Para terminar, tendría otra queja. Quizás no tengo el sentido del humor suficiente, o tal vez no pillo las bromas, pero los gnomos que trabajan para ti van y vienen, cantan bailan y beben. Se divierten entre ellos, chillan y ríen, borrachos hasta las seis de la madrugada. Mi mujer y yo debemos levantarnos temprano por la mañana, pero pasamos las noches en vela. También mis hijos deben ir al colegio. No podemos más. Estamos cansados, más bien cabreados. No sabemos qué hacer. Tal vez tú, Papá Noel, sabrías cómo ayudarnos.

Afectuosamente te saluda,
Hans Klaus

Post Data: Olvidaba decirte que este año no quiero el típico pijama a rayas, ni los clásicos calcetines a cuadros. Ni siquiera las corbatas de flores, esas que jamás me he puesto. Preferiría una pelota de piel de pollo, o bien ciento cincuenta gramos de nada.

lunes, 12 de diciembre de 2011

En pocas palabras, cincuenta concretamente...Heroicidad doméstica





Una explosión ensordecedora aceleró su ritmo cardíaco. El pánico se apoderó de la situación. Contempló el miedo en los ojos de la gente. Vio pasar ambulancias mientras los alienígenas arrasaban lo que quedaba de la ciudad. Decidió acabar con todo de una vez. Se incorporó lentamente y apagó la televisión.


domingo, 11 de diciembre de 2011

En pocas palabras, cincuenta concretamente...En el miedio de la oscuridad




Desperté confuso. Una bocanada de aire pútrido me devolvió a la realidad. Al aliento fétido de la negrura en la que estaba inmerso se sumó un agudo pinchazo en el estómago. Entonces lo recordé todo. Estaba en el baño, a oscuras y me había quedado dormido mientras hacía de vientre.

viernes, 2 de diciembre de 2011

Damos paso a la publicidad







Distinguidos cerdos, apreciadas vacas, queridas cabras y entrañables ovejas, os damos la bienvenida al siglo XXI. La trashumancia adquiere un nuevo sentido y una mayor versatilidad con nuestro innovador sistema de transporte animal. La furgoneta-granja está haciendo furor en todos nuestros prados y jardines públicos. Dotada de los últimos y más revolucionarios avances tecnológicos como la rueda o la doble ventanilla trasera transparente, la “granjurgoneta” supone un salto cualitativo hacia el futuro para vosotros. Atrás quedaron siglos de ir a pastar andando. A partir de ahora podréis disfrutar de un agradable trayecto, sumidos en la contemplación del paisaje o bien enfrascados en la lectura de un buen libro. Porque ser animal no tiene por qué estar reñido con la comodidad. Enhorabuena, os lo habéis ganado.


lunes, 28 de noviembre de 2011

Hablando en sirio: damos la vuelta a las noticias

Hoy, en “quemecuento” vamos a tratar de hablar en sirio. ¿He dicho sirio? Quería decir en serie, perdón, en serio. Bueno, en el fondo da lo mismo, ya que era una broma. Después de este pequeño scherzo, nos ponemos a la tarea.
Lo que a continuación presento es el fragmento de una noticia que bien pudiera estar publicada en alguno de los diarios de mayor difusión nacional, es decir, El Paisa, Edmundo, A veces, Diario Púbico, La Vanagloria, La Voz de Alicia, El Chorreo Vasco, El Gerardo de Aragón… Como digo, en cualquiera. Ahí va:





“Según las encuestas, dos de cada tres expertos sostienen que las medidas adoptadas por el gobierno para atajar o reducir la crisis son inútiles aunque matizan que crear empleo parece que es cuestión de tiempo. El camino será duro e incierto, afirman, pero juntos y con cabeza conseguiremos salir del paso y llegar a buen puerto.”

Después de leerlo atentamente y de darle varias vueltas al asunto, el resultado, o mejor dicho, los resultados han sido los siguientes:

“Según dos de cada tres expertos, las encuestas del gobierno sostienen a un hatajo de inútiles que afirman salir al puerto con el buen tiempo. Reducir cabezas es una medida crítica, afirman, aunque parece que conseguirlo será duro e incierto, en la medida en que el camino es cuestión de emplear juntas bien matizadas.”

“Según las encuestas, tres de cada dos inútiles afirman que el gobierno es crítico con la medida de reducir las cabezas de los expertos, aunque matizan que si el tiempo es bueno conseguiremos salir a pasear por el puerto. Parece que juntos llegaremos, por un atajo, a un camino incierto. La cuestión, sostienen, es adoptar a un empleado duro.”

“Según parece, medir el tiempo es una cuestión inútil, sostiene el gobierno, aunque adoptar expertos cada dos por tres matiza la crisis si se emplean atajos en la creación de encuestas. El camino del puerto es duro y reducido, afirman. Conseguir sacar cabeza será incierto si paseamos juntos.”

“Se cree que dos de cada tres expertos son inútiles, según una encuesta, aunque el gobierno los sostiene matizando que la crisis cuestiona la adopción de medidas para atajar el tiempo empleado. Parece incierto, pero afirman que al reducir el paso para llegar al puerto, las cabezas duras se juntan.

“Según un experto del gobierno, el tiempo es una cuestión de medida, aunque matiza que el empleo de la cabeza es incierto e inútil. El paseo del puerto en cuesta es un camino duro, afirma, parece que es bueno, pero las juntas son reducidas y no se sostienen. Se cree que conseguiremos salir dos de cada tres.”

Creo que ya está bien por hoy

Próximamente hablaremos sobre Silvio Berlusconi, un político que no se arruga (ni enconge ni destiñe, bueno, eso tal vez sí). Un hombre tan estirado que cuando cierra los ojos no puede evitar abrir la boca. Un personaje de altura (metro sesenta o incluso más), de moral relajada, con los pies en el suelo y que precisa urgentemente de un bótox de confianza. Hay quien afirma que este señor tiene una cara muy dura (además de tersa y posiblemente hasta suave),  y de hecho, algunos científicos sostienen que ya no es biodegradable, otros ni lo afirman ni lo desmienten y hay dos que no han dicho nada todavía.

 

lunes, 14 de noviembre de 2011

Aristogitón y Harmodio, los tiranicidas: dos clásicos







-Aristogitón, mira lo que hago, ¿a que no lo sabes hacer tú?
-Sí, Harmodio ¿ves qué bien me sale?
-No, lo haces muy mal. Vas a pie cambiado y, además, hay que levantar más el brazo.
-Pues a mí me gusta más cómo lo hago yo.
-Pero no es lo mismo.
-Te odio, siempre quieres ser el mejor.
-Pues yo te odio más aún. Y no me hables, que pierdo la concentración. ¡un, dos, un, dos, un, dos!
-¿Qué haces?
-Entreno.
-¿Cómo que en tren no?, ¿te vas?
-No podemos ir a ningún sitio, imbécil ¿no ves que nos hemos quedado anclados en el pasado? Digo que entreno para estar en forma.
-¿En forma de qué?
-En buena forma, hombre.
-Oye, ¿te puedo hacer una pregunta?
-Ya me la has hecho.
-¿Por qué siempre tengo que llevar yo las toallas?
-Porque no tienes tanto estilo como yo.
-Pues según dice la gente tengo un estilazo…
-No, tonto. Estilazo no, lo que tienes es un estilete. Somos tiranicidas.
-Oye, ¿nunca te has preguntado por qué nos dedicamos a esto? Me refiero a por qué queremos matar tiranosaurios, si ya no quedan…
-No matamos tiranosaurios sino tiranos. De hecho, esta tarde tenemos trabajo. Debemos matar a Hipias e Hiparco.
-¿Por qué vamos a matar hippies en un barco?
-¡Estás muy sordo!
-Yo no estoy gordo, mi índice de masa corporal es óptimo.
-Déjalo. Hablando de todo un poco, ¿qué opinas de las Guerras Médicas?
-Se veían venir, la sanidad está fatal…
-No, idiota, me refiero a la guerra contra los persas.
-No sabía que ahora luchábamos contra gatos.
-No, hombre, hablo de la guerra contra Persia.
-Pues no tenía ni idea, macho. Me has dejado de piedra.

lunes, 7 de noviembre de 2011

Reinos de Hispania: hoy tocamos los suevos, un pueblo con pelotas







Los suevos fueron un pueblo germánico procedente del norte de Europa. Ya en su día (cualquiera que fuese, pongamos un viernes a media mañana, antes del lunch), el propio Cornelio Tácito los menciona, aunque en realidad más bien debió de insinuarlos, pues como indica su apellido, fue hombre de pocas palabras.

En sus migraciones hacia el sur y el oeste, y a diferencia de lo que cabría pensar, los suevos no viajaron con Ryanair, sino andando, pues el suevo era un pueblo aguerrido y ajeno al desaliento. No en vano hoy en día quedan ciertos vestigios de tal bravura plasmados en la frase “tener un par de suevos”.

En diciembre del año 406, dirigidos por su rey, Hermerico, y en compañía de otros pueblos germánicos, cruzaron las gélidas aguas del Rin. Durante el transcurso de la travesía, y debido a la baja temperatura a la que se encontraba el río, se acuñó otra célebre expresión que también ha llegado a nuestros tiempos, “se nos están helando los suevos”.

Sobre las razones que impulsaron a los suevos a abandonar sus tierras, o bien no se ha escrito demasiado, o bien yo no he encontrado nada. No obstante, a pesar de mi impericia y tras más de diez minutos de ardua y profunda reflexión, me atrevo a enunciar una hipótesis. Los suevos, de carácter jovial y desenfadado, se vieron oprimidos por la aparición en escena de otro pueblo nórdico, el de los escondinabos (vocablo o palabro procedente del subnormando, lengua medio muerta o exhausta, compuesto de escondi=calzón + nabo=cillo, es decir, calzoncillo), reacio a la exaltación de la informalidad en el vestir de la que hacía gala el pueblo suevo. Como digo, los escondinabos o calzoncillos, trataron de acomodarlos a sus propios usos y costumbres, poniendo a los suevos de corbata y traje largo. Como consecuencia de la presión ejercida por los primeros sobre los suevos, éstos últimos optaron por huir, pues como a otros muchos pueblos de la época, la moda de aquél entonces les tenía hartos hasta a los suevos.

En su Historia Sueborum, Isidoro de Sevilla deja constancia de que el Regnum Sueborum duró exactamente 177 años y fecha erróneamente su inicio en el 408, ya que los suevos no penetraron en la península Ibérica hasta el 409, debido en parte a que eran extremadamente tranquilos (suevones) y por otro lado a que iban avanzando torpe y lentamente (pisándose los suevos).
Cuando finalmente llegaron a Hispania, se asentaron en el noroeste de la península Ibérica, estableciendo su capital, con buen criterio no carente de cierta ironía, en Braga (algunos historiadores afirman que por despecho hacia los escondinabos o calzoncillos, otros no lo afirman ni lo desmienten y hay dos o tres que no se han pronunciado todavía). El régimen de gobierno que adoptaron fue el de la monarquía, es decir, se hacía lo que le salía al rey de los suevos.
Sobre la presencia del pueblo suevo en la península Ibérica se sabe mucho (un suevo y parte del otro), a excepción de aquello que aconteció durante el período que transcurre desde el 469 al 558, llamado Período Oscuro. Se trata de una laguna histórica debido a la escasez de fuentes, aunque bien pensado, resulta paradójico que a raíz de la escasez acuífera se obtenga como resultado la generación de una laguna, en todo caso se trataría de un secarral histórico. Dejando al margen estupideces y cuestiones triviales, trataré de arrojar algo de luz sobre lo que realmente sucedió en este período.
Una de las principales razones que justifica la ausencia de datos sobre esta etapa de la historia de los suevos fue una cuestión de actitud. Falta de motivación, pasividad, tal vez desidia… Durante casi noventa años, y aunque no sea fácil de creer, estuvieron tocándose los suevos, fundamentalmente a sí mismos, pero también los unos a  los otros, por lo que no faltaron motivos para riñas y disputas. Una expresión que refleja fielmente el espíritu de la época es la siguiente: “me importa un suevo”. La falta de actividad intelectual, pero fundamentalmente física, llevó a que la población, en general, sufriera trastornos alimenticios y tendiera de forma escalofriante al sobrepeso, siendo muy común entre los reinos limítrofes hablar en estos términos despectivos “qué gordos tienen los suevos”, refiriéndose a casos especialmente extremos, como el de Humpty-Dumpty, uno de los suevos más voluminosos que existió, que como todo el mundo sabe, cayó desde lo alto de un muro, dando origen a los “suevos rotos”, sin que ninguno de los caballos ni caballeros del rey pudieran hacer nada en absoluto por volver a recomponerlo.
Esta época tan apática como antipática tampoco estuvo exenta de picaresca y pillaje. A menudo se relacionó a este pueblo con el latrocinio y el hurto, por lo que a partir de entonces ambos términos irían de la mano a lo largo de la Historia, en la forma que sigue: “suevos con chorizos”.
Ante tal derroche de virtudes internas resulta insólito que ninguno de los pueblos colindantes aprovechara la ocasión para invadir el territorio ocupado por los suevos. Existe una teoría que justifica o, cuando menos, explica esta aparente falta de ambición estratégico-militar. En realidad se trató, más bien, de una lamentable confusión originada por la prescripción facultativa de un eminente y prestigioso endocrino. Según he podido averiguar, el rey visigordo Don Todorico Rico Rico, conocido por su gran capacidad para ingerir alimentos y aquejado por una hipercolesterolemia aguda y una tasa de triglicéridos tan grande que tenía personalidad propia, se puso en manos del célebre nutricionista Don Levigilo Ladieta Severa. Este último, cuya fama como autoridad en la materia le precedía, se dirigió al rey de los visigordos en los siguientes términos: “Don Todorico, a partir de ahora, los huevos ni tocarlos”. Comoquiera que el doctor, de origen borgoñón, tendía a hacer la liason en cuanto se presentaba la menor ocasión, y dado que el rey, a pesar de que jamás lo quiso reconocer, andaba justo de oído, ocurrió lo que tenía que ocurrir. Los suevos jamás fueron acosados por los visigordos, perpetuando su período oscuro por casi noventa años. Sin embargo, no muy lejos de allí, el monarca Todorico, ajeno a la verdad, falleció a las pocas semanas de aquello, cuando asistía, en calidad de presidente del jurado, a una cata y degustación de tortillas de quesos semicurados.
¡Manda suevos!

miércoles, 28 de septiembre de 2011

Sucesos par(i)dos… En primera persona





Basado en hechos casi ficticios:

-Vamos a ver, Manolín, dado que estamos en clase de gramática, te voy a pedir que analices la frase “Paco duerme siesta todas las tardes”.
-Ya la he analizado, señorita.
-Bravo, Manolín, ¿querrás compartir con el resto de la clase tus conclusiones?
-Claro. Deduzco que Paco es funcionario, jubilado, o bien recibe algún tipo de prestación por desempleo. Por ese motivo duerme siesta todas…
-No, hombre, no. Me refiero a un análisis más gramatical.
-Vaya, ya estamos…
-Vamos a ver, Manolín, ¿sabrías analizar la oración?
-Yo de oraciones poco, señorita, soy agnóstico ortodoxo no practicante.
-Pero seguro que sabrás decirme quién es el sujeto de la oración.
-Bueno, normalmente el sujeto es Jesús.
-¿Cómo que normalmente?, ¿cómo que Jesús? Querrás decir Paco.
-No, no, qué va, es Jesús, a él se encomienda mi madre siempre en sus oraciones.
-No me estás entendiendo. El sujeto de una oración es aquel que realiza la acción que desarrolla el predicado. En el caso de “Paco duerme siesta todas las tardes”, ¿quién sería el sujeto?
-Señorita, en este caso no creo que haya sujeto.
-¿Cómo que no? ¿Y Paco?
-Que yo sepa, Paco está durmiendo, como todas las tardes. No creo que esté para mucha acción.
-Bueno, bueno, no pasa nada. Un mal día lo tiene cualquiera. Definitivamente nos quedamos con que el sujeto es Paco, ¿de acuerdo?
-Si usted lo dice…
-Sigamos pues, ¿qué persona es Paco?
-¿Cómo dice?
-¿Qué persona es Paco?
-Paco… es… Paco, ¿no? A no ser que sea Jesús o el Espíritu Santo…
-No, no es eso a lo que me refiero, ¿qué persona representa Paco?
-¡Ya lo tengo! ¡Es vigilante nocturno!, por eso necesita dormir siesta cada tarde.
-No, no van por ahí los tiros.
-Pues entonces no tengo ni idea. Necesito más datos.
-¿Cómo que más datos?
-Claro, señorita, apellidos, domicilio, número de identificación fiscal, no sé, algo para saber qué clase de persona es ese tal Paco.
-Veo que no dominas mucho la cuestión de los pronombres personales, Manolín. Tienes que estudiar más…
-Dígame al menos el primer apellido, se lo ruego… ¿Es López? ¿Paco López?, ¡¿es Paco López?!, ¡¡por favor!!, ¡¡quiero otra oportunidad!!
-Está bien, vamos a repasar los pronombres personales. ¿”Yo” qué persona es?
-¿Usted? Usted es la señorita, ¿no?
-No me refiero a yo de usted sino a yo de yo.
-Pues no sé, yo de yo será como un yo interior, como una especie de mí mismo.
-No, no, y mil veces no. Vamos a ver, Manolín, ¿quiénes son la primera, segunda y tercera persona del singular?
-¡Ah!, señorita, haber empezado por ahí. La primera persona fue Adán, luego vino Eva, que salió de la fe moral de Adán, siendo la segunda persona, y la tercera persona no me la sé, pero no ha estado mal, he acertado dos de tres, ¿he aprobado, maestra?
-¡No tienes ni idea! ¡La primera persona soy “yo”, y la segunda “tú”!
-Es usted un poco ególatra señorita.
-No soy ególatra, la primera persona siempre es “yo”. Si tú fueses “yo”, tú serías la primera persona.
-¡Qué lío! Si yo fuese usted sería mucho más comprensivo.
-No me entiendes, pregúntate a ti mismo, ¿quién soy yo?
-¿Quién soy yo?
-No es eso, pregúntate ¿qué persona soy?
-¿Qué persona soy?
-No, no, no. Responde a la pregunta.
-Pues soy una persona honesta, sincera y poco estudiosa.
-Veo que no lo terminas de captar. Yo soy yo, y tú eres tú, pero si tú fueses yo, para ti yo sería tú. Yo soy la primera persona y tú la segunda, aunque para ti, tú, que eres yo, serías la primera y yo que soy tú, sería la segunda. Es muy sencillo.
-No estoy de acuerdo, no me gusta nada toda esta compleja arbitrariedad.
-Nada de eso. ¿Quién es la tercera persona?
-¿Aún hay más gente?
-Sí, la tercera persona es “él”.
-¿Él? ¿Quién?
-¡Él!
-¿Jesús?
-¡No! ¡Él, él, él!
-Pero, ¿cuál de todos? El Rober, el Johnny, el Moñas, ¿cuál?
-Es igual, cualquiera de ellos.
-No lo entiendo. ¿El Johnny mismamente?
-Por ejemplo.
-Entonces el Rober, ¿qué es?, ¿cuarta persona del singular?
-Manolín, no hay cuarta persona.
-No lo entiendo, señorita, la gramática no tiene lógica.
-Bueno, Manolín, ¿qué has entendido hasta ahora?
-Poca cosa, que usted es una persona de primera y yo soy de segunda.
-Da igual, ya lo comprenderás cuando vayas a la Universidad, en horario de tutorías. En la oración que nos ocupa, Paco es el sujeto, tercera persona del…
-Alto, un momento, un momento… ¿No habíamos quedado en que la tercera persona era el Johnny?
-Pues ahora es Paco.
-No lo entiendo.
-No hay nada que entender, ¡es Paco y punto!, ¡asúmelo!
-Vale, vale…
-Bien, ya sabemos que Paco es el sujeto, tercera persona, ¿singular o plural?
-Pues Paco López es una persona con una serie de particularidades, como casi todo el mundo, que hacen de él un tipo muy singular. Mi respuesta es singular, ¿es correcto?
-Sí, es correcto. Bien, Paco es el sujeto, tercera persona del singular. Vamos ahora con el predicado, ¿sabes qué es el predicado?
-El predicado es lo que decía el profeta, ¿no?
-No… Bueno… Es posible… ¿Cómo está formado?
-¿El profeta o el predicado?
-El predicado, ¡por Dios!
-El predicado por Dios está formado por los Evangelios, las Sagradas Escrituras…
-Para, para, para... No me refiero a ese tipo de predicado, ¿sabes cómo se forma un predicado normal?
-A base de ejemplos.
-¿Qué cojones dices?
-Pues eso, mi padre siempre dice que hay que predicar con el ejemplo…
-Vamos a centrarnos en la oración que nos ocupa. El predicado sería “duerme siesta todas las tardes”.
-No lo entiendo.
-¿Qué coño no entiendes?
-No me parece que dormir siesta todas las tardes sea un buen ejemplo a seguir.
-¡Y a mí qué más me da que sea un buen ejemplo a seguir! ¡Es una puta frase!, ¡¡es sólo una puta frase para analizar!!
-Señorita, está usted perdiendo los papeles, cálmese, por favor.
-Está bien, de acuerdo, vamos a serenarnos un poco… El verbo, ¿sabes qué es un verbo?
-En el principio.
-¿Cómo que en el principio?
-Efectivamente, y cito textualmente de memoria:"En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios. Este era en el principio con Dios. Todas las cosas por él fueron hechas" (Juan. 1:1-3).
-¡Esto no tiene nada que ver con la gramática ni con la sintaxis, ni con nada de nada!
-Señorita, debería usted leer más la Biblia, tal vez ilumine su camino.
-Mira, Manolín, no has estudiado absolutamente nada, tienes una confusión notable.
-¿Notable? Muchas gracias, señorita, es una nota muy buena. Tenía razón, es usted una persona de primera.

lunes, 22 de agosto de 2011

Sucesos par(i)dos…Por los pelos





-Camarero, tengo varios pelos en el rabo.
-Disculpe que no me entusiasme su incipiente virilidad, pero resulta que tengo mucho trabajo.
-No, no es eso. Digo que hay varios pelos en mi rabo de toro.
-La distribución capilar de su miembro masculino, por muy bravo que sea el mismo, es algo que no me incumbe, señor.
-No me ha entendido. Le digo que he descubierto tres pelos al lado del rabo de toro que me ha servido.
-¿Al lado?, ¿de dónde?
-Pues imagino que de alguna de sus cabezas, o al menos eso espero.
-No le preguntaba por la procedencia de los pelos, sino por su ubicación.
-Están en mi plato de comida.
-Eso debería probarlo.
-No creo que me guste.
-Quiero decir que necesito pruebas o que lo demuestre.
-Aquí están, entre el rabo y esta patata.
-Yo no los veo.
-Tendrá usted mal la vista, pero le aseguro que están ahí.
-Ya sé que tengo mal la vista, pero eso no demuestra nada.
-Vamos a ver. Hay tres pelos en mi plato de comida, se lo aseguro.
-¿Y qué quiere que haga yo?
-Que me lo cambie.
-¿Qué clase de cabello prefiere?
-No quiero que me cambie los pelos, sino el plato.
-¿No le gusta el diseño del plato?
-El problema no lo tengo con el plato, sino con los pelos que he encontrado.
-Entonces, ¿por qué quiere que le cambie el plato?
-Me da un poco de asco.
-¿El plato? Le advierto que son todos iguales…
-No. Me dan un poco de asco los pelos que tengo.
-Pues láveselos más a menudo. ¿Utiliza acondicionador para cabello graso?
-Oiga, yo no tengo ningún problema con mi pelo.
-En ese caso no sé a qué viene tanta queja.
-Para ser usted tan imbécil parece bastante profesional.
-Gracias, aunque no sé cómo tomarme eso.
-Como un insulto.
-De acuerdo, sólo quería confirmarlo.
-Bien, ¿me va a cambiar el plato o no?
-Cuando lo pruebe.
-Mire, lo siento, no creo que pueda demostrar la existencia de los pelos si usted no colabora.
-Me refiero a que lo pruebe, tal vez no esté mal de sabor.
-No creo que sepa bien lo que me propone.
-Quizás sí sepa bien, aún no lo ha probado.
-Digo que no tiene usted ni idea. No sepa de saber, no de sabor.
-Hombre, no se precipite, no sabe a qué sabe. Además, quién sabe, tal vez el pelo pertenezca al propio rabo del toro. En ese caso estaría incluido en el menú, ¿sabe?
-Llámeme escéptico, pero unos cabellos de 30 centímetros de longitud y de color rubio platino no creo que sean de toro.
-Nunca se sabe, podría tratarse de un toro muy coqueto y sofisticado.
-Oiga, creo que me está usted tomando el pelo.
-Le aseguro que no, tiene usted una seborrea poco apetecible.
-Tomar el pelo es una frase hecha, ¿sabe lo que significa?
-Que es una frase poco cruda o bien cocinada.
-Sigue usted tomándome el pelo, ¿lo ve?
-Le aseguro que sigo sin verlo, ya le dije que tengo mal la vista.
-Mire, déjelo. Retíreme el plato. Después de comer el rabo de toro, ¿qué viene?
-La digestión del rabo de toro, señor.
-Me refiero a si tiene algunos segundos.
-Me temo que ya le he dedicado demasiado tiempo a usted. Minutos más que segundos, diría yo.
-Quiero decir si tiene segundos platos.
-¡Ah! Sí, tenemos medallones de ternera mechada.
-¿Mechas?
-Señor, le echo la cantidad que usted desee, pero no me sea impaciente…
-No me refiero a eso. Da igual. Tráigame algo para beber mientras tanto.
-¿Mientras qué?
-Tanto.
-¿Tanto qué?
-Tanto da.
-¿A qué tanto se refiere?
-No está usted al tanto.
-La verdad, no tanto.
-Tanto monta, monta tanto.
-Déjese de tanta tontuna, ¿qué coño desea para beber?
-Agua.
-¿Alguna en especial?
-No, simplemente un agua rica.
-¿La quiere del desagüe del fregadero o la prefiere directamente de la fosa séptica?
-¿Cómo dice?
-El agua, usted ha pedido que sea guarrica.
-No me ha entendido. Rica, he dicho rica. Un agua rica, no una guarrica. ¿Comprende la diferencia?
-Ahora sí.
-De acuerdo, pues tráigame un vaso.
-¿Lo desea lleno o vacío?
-Lleno, por favor, de agua limpia de manantial.
-Mire, por la zona no discurre ningún cauce fluvial, si no le importa el agua será de botella.
-De botella estará bien.
-¿Gas?
-No, mejor líquida.
-¿Hielo?
-No coño, ya se lo he dicho, la quiero en estado líquido.
-Disculpe, pero el agua que tenemos es mineral.
-Bueno déjelo, tráigame un café.
-¿Cómo lo quiere?
-Solo.
-Lo siento, pero no podemos desalojar el comedor por el simple capricho de un cliente egoísta y desequilibrado en busca de soledad.
-Me refiero a que quiero el café solo, sin nada.
-Supongo que sin nada, pero con café.
-Claro.
-Entonces será un café con café.
-Eso mismo.
-Un café doble entonces.
-No. Sólo un café solo. De Colombia, a ser posible.
-No es posible. El café es del supermercado, señor.
-Pero supongo que tendrá un origen.
-Sí señor, todo tiene un origen, un fin y una razón de ser.
-Tiene usted razón, aunque ignoro cuál es su razón de ser. Me bastará con que me sirva un café solo, del supermercado y sin pelos.
-¿Qué pasaría si encontrara pelos en el café?
-Que se le iba a caer el pelo a alguien.
-En realidad eso sería la causa, no la consecuencia, ¿no cree?
-Me cae usted mal.
-¿Qué insinúa?
-No insinúo nada. Afirmo que no me gusta nada su naturaleza humana.
-Lo imagino, no tengo ni un pelo de Toronto.
-Querrá decir de tonto.
-No, no, de Toronto. Tengo pelos de Vancouver y de Ottawa, pero de Toronto no. De tonto sí que tengo, se lo estoy tomando a usted en grandes cantidades.
-Haga usted el favor de traer el libro de reclamaciones.
-Le recomiendo cualquier otro tipo de literatura.
-¡Bueno, ya está bien! ¡Estoy harto! ¡Me voy!, ¡dígame qué le debo!
-De acuerdo. Serán 499 euros.
-¡¡¿Está usted loco?!!, ¡¿casi 500 euros?! ¡¡¿Por qué?!!
-Por los pelos, señor, no son 500 euros por los pelos.

jueves, 7 de julio de 2011

Sucesos par(i)dos…Por supuesto que sí







-Hola, ¿está abierto?
-No. Aún no. Abrimos a las 9, todavía faltan unos minutos.
-Pero…si acabo de entrar…
-Pues tendrá que volver a salir.
-No creo que pueda.
-¿Y eso?
-Me ha dicho usted que vuelva a salir. No puedo volver a repetir algo que todavía no he hecho. Como mucho, creo que podría salir por primera vez.
-En ese caso, hágalo. Espere usted fuera, si es tan amable.
-Me temo que eso tampoco va a ser posible.
-¿Qué?
-Me acaba usted de decir que está cerrado. Si salgo ahora tendré que volver a abrir la puerta, y no me gustaría cometer dos veces el mismo error. Soy una persona muy meticulosa y quisiera hacer las cosas bien.
-Tiene usted razón y además goza de mucho sentido común.
-Gracias. ¿Puedo esperar 5 minutos aquí dentro y salgo a las 9?
-¿Tiene usted prisa?
-No.
-¿Entonces?
-Me voy fuera para volver a entrar dentro, dentro de un momento.
-¿Dentro de qué?
-De un momento.
-No me ha entendido. Le preguntaba que dentro de dónde va a ir usted.
-Dentro de aquí.
-¿Y para qué va usted a salir?
-Para hacer las cosas como es debido.
-Ya no es necesario…
-Sí. Sí que lo es. Insisto. Para mí no es molestia, en serio…
-Digo que no es necesario porque ya está abierto.
-Señora, le garantizo que no he tocado la puerta, le doy mi palabra.
-Hablaba en sentido figurado. Ya son las 9 y por lo tanto ya puede entrar el público.
-No sabía que íbamos a tener espectadores, ¿dónde se van a sentar? Esto es muy pequeño, ¿no cree?
-Me refiero a público, gente, clientes, consumidores, personas…
-Comprendo. Si no le importa, voy a salir ahora. ¿A qué hora cierran?
-¡Por Dios! Pero, ¿cuánto va a tardar en volver?
-Quizás 10 o 15 segundos, tal vez más si usted me entretiene con preguntas absurdas.
-De acuerdo, salga, salga.
-No me ha respondido a la pregunta. Si es tan amable, dígame, por favor a qué hora cierran.
-A las 8.
-¡Lo sabía!, ¿lo ve? ¡Ya llego tarde! ¡Ha cerrado usted hace una hora!, ¿Por qué no me ha avisado antes? ¡Es usted una egoísta imprevisible! ¡Su crueldad no conoce límites!
-Cerramos a las 8 de la tarde. Tengo once maravillosas horas por delante para atender con saña despiadada a ejemplares de clientes como usted.
-Ufff, mucho mejor así. Ahora vuelvo.
-Como quiera…pero cierre al salir.
-¿Cierro antes, después o justo en el instante de salir?
-¿Por qué no me dice lo que quiere y acabamos ya con esto?
-Lo que quiero es salir, me estoy agobiando mucho.
-Váyase a tomar… el fresco.

………………………………………………

-Hola de nuevo, quisiera hablar con el dependiente.
-Lo siento señora, pero el muchacho del piercing hace un mes que ya no trabaja aquí.
-Creo que no me ha oído bien. Está usted un poco sorda.
-Con todos los respetos, gorda estará su madre.
-Sorda, dije sorda.
-Discúlpeme, creo que no oigo demasiado bien.
-Bien, si no está el dependiente me gustaría hablar con el responsable.
-Pues él mismo fue el responsable de su propio despido. Descubrimos que robaba chinchetas y las introducía en el mercado negro de lentillas de sol o también llamado mercado de lentes oculares fijas permanentes reflecto-refractantes opacas.
-¿De lentillas de sol o qué?
-Opacas.
-No. Me refería a la segunda forma de llamar al mercado ese.
-¡Ah! Mercado de lentes oculares fijas permanentes reflecto-refractantes opacas.
-¡Santo cielo! ¿Cómo es posible?
-Pues muy fácil, clavándose las chinchetas en los ojos, en teoría son muy útiles para evitar el exceso de luz solar. Como si fueran unas gafas definitivas, sin mantenimiento ni nada. En nueve de cada diez ocasiones, el globo ocular no resiste la incisión de la chincheta, pero no importa, porque en esos casos se rellena la cuenca vacía con plastilina blanca y se le adhiere un gomet de forma circular y color a elegir por el cliente. Ni falta hace decir que el dependiente despedido también robaba la plastilina y los gomets.
-Imagino que con chinchetas en los ojos se verá todo muy oscuro.
-Así es. Esa es la razón por la que se llama mercado negro.
-Ya veo.
-Usted sí, el 90% de ellos, por desgracia, ya no. De todas formas, ¿qué quería usted?
-Depende de lo que tengan. ¿Qué venden aquí?
-Se supone que usted ha entrado aquí porque viene buscando algo en concreto.
-En efecto, tiene razón, se supone.
-Tiene usted mucho tiempo libre, ¿verdad?
-En absoluto, siempre estoy ocupada tratando con gente supuestamente profesional.
-Supongo que se trata de una alusión hacia mi persona.
-Supone usted bien. ¿Tiene más suposiciones?
-No, se nos han acabado. Me queda un vayaseustedalamierda, ¿lo quiere?
-Detecto cierta hostilidad, ¿le supone algún problema mi presencia?
-Supongamos que sí.
-Suposición incorrecta.
-Se equivoca, mi posición es totalmente adecuada.
-No me refiero a su posición, sino a su suposición.
-¿Presupone que supongo mal?
-Presumiblemente.
-¡Váyase usted a la mierda! ¡Se lo regalo!
-Supongo que me lo he ganado.
-¡Por supuesto que sí!



lunes, 27 de junio de 2011

Qué oyen mis oídos…Cuñas publicitarias o coñas publicitarias, ¿qué más da o qué coño importa?



Aviso: Se llama “cuña” publicitaria a todo aquel anuncio que se introduce, a modo de cuña (¡qué imaginación tan desbordante!) entre sendas porciones o segmentos de programación radiofónica. Me tomo la libertad de llamar “coña” publicitaria a toda aquella “cuña” que ofrece la impresión de haber sido “acuñada”, bajo los efectos etílicos del “coñac” o de unas “cañas” de cerveza. Quedan avisados.






Recuerdo con claridad la primera vez que escuché esta cuña (o mejor dicho, coña) publicitaria. Iba en el coche, conduciendo (normalmente utilizo el coche para tal menester, aunque en ocasiones también me sirve como lugar favorito en el que olvidar objetos). Me dirigía concretamente a Nosedónde o a Dondefuera, da igual, ya que sendos lugares se encuentran indistintamente ubicados, muy cerca de Yoquesé. La cuestión es que tuve que detener el vehículo en el arcén para reponerme del shock que me produjo lo que acababa de escuchar por la radio: “Trae a tus hijos al parque zoológico de Tierra Madura Benidorm. Se buscan niños para dar de comer a tigres, leones, rinocerontes, búfalos y serpientes”. Mi primera reacción, después de respirar hondo varias veces, fue la de llamar por teléfono al Defensor del Menor. Tras pensarlo fríamente decidí no hacerlo, debido, en parte, a que no tenía su número en mi agenda y en mayor medida a que, como de costumbre, había olvidado el teléfono en casa.

Llegados a este punto quisiera hacer un llamamiento (evidentemente en sentido figurado, pues como imaginaréis, he vuelto a olvidar el teléfono, en esta ocasión en el coche, o al menos eso espero). Mejor dicho, dos. Dos llamamientos, eso es. Uno a la serenidad y otro a la coherencia. El primero va destinado a padres y madres de niños candidatos a ser devorados por las fieras. El segundo lo dirijo al talento del autor intelectual que ideó este festival antropófago-pueril travestido de cuña (a partir de ahora sólo me referiré a ella como coña) publicitaria.

A las madres y padres. Tranquilos. No os precipitéis. Recordad que, por muy díscolo e insoportable que pueda llegar a ser, sigue siendo vuestro hijo. En ocasiones merecerá algún tipo de castigo o reprimenda, pero el hecho de ser devorado por las fieras nunca, y repito, nunca, será una solución satisfactoria (tal vez para los leones y los tigres sí, para los búfalos no, pues creo que son herbívoros). Tampoco será justificable o admisible por ninguna de las distintas tendencias pedagógicas actuales.
Pensándolo bien, éste podría ser un método eficaz para amenazar a niños rebeldes y poco estudiosos. Imaginemos a mamá hablando con Manolito, su indisciplinado hijo de seis años: “Manolito, mamá te quiere mucho, pero tu desastroso final de curso académico dista mucho de lo que se espera de ti como hijo. Tu padre y yo hemos tomado una decisión, dolorosa, pero firme. Avalados por la autoridad que nos otorga la madre naturaleza, así como la potestad legal que sobre ti ostentamos, no nos resulta fácil comunicarte que si no superas el tercer trimestre nos veremos obligados a llevarte a Tierra Madura Benidorm, para que sirvas de manjar a los hambrientos leones.” La desventaja que se observa en este método es que la amenaza, si llegase el caso de tener que hacerla efectiva, tan sólo se podría llevar a la práctica en una ocasión.

Al talentoso autor intelectual de la coña. ¿Qué pasa? Sé que la situación económica por la que atraviesan los parques temáticos españoles no invita al optimismo precisamente, pero, ¿no hay recursos suficientes en Tierra Madura Benidorm para alimentar a los animales? Lo habitual es que éstos se nutran a base de “pienso”, pero según parece, además de con la primera persona, han consumido toda la capacidad del verbo “pensar”. Lo más sorprendente es que, además de en comida, han escatimado en complementos directos, por lo que se deduce que la cosa debe de estar fatal. Déjame adivinar… También fuiste tú el creador de la coña publicitaria del Castillo Conde de Alfaz: “Con tu entrada, el primer niño gratis y el segundo al 50%” ¿Qué coño hacéis con los niños?, ¿Regaláis los que no se comen los animales de Tierra Madura? No entiendo nada. Por favor, que alguien me lo explique, no es coña.

miércoles, 15 de junio de 2011

Fe de Ratas o la creencia en un Más Allá para roedores



Hace tiempo alguien me contó una preciosa historia sobre la vida de los ratones. El problema es que no presté demasiada atención y ahora, por desgracia, no la recuerdo. Ésta es la razón por la que me veo obligado a improvisar, como de costumbre, sin tener mucha idea sobre el lugar al que me llevarán mis pasos (palabras, mejor dicho, pues no se me da bien caminar y escribir a la vez).
Existe un vínculo común a ratas, ratones, hamsters, castores, ardillas, nutrias y demás roedores. Su fe. Una fe inquebrantable, a prueba de herejes caninos y felinos. Una fe que les hace pasar de puntillas (tal vez a saltitos) por esta vida, a la espera de la promesa de otra mejor, junto al Ratoncito Pérez o a San Mickey Mouse, rodeados por montañas de queso (supongo que del camembert Carpice des Dieux, por la alusión divina). De ninguna otra manera se explica su existencia rastrera y, en multitud de circunstancias, inmunda.
Sin embargo, y a pesar de la necesidad inherente al roedor de creer en un ser supremo (¿quizás Super Ratón?) al que encomendar sus ruegos y preguntas, existen voces (o el sonido que emitan, cualquiera que sea) discrepantes que niegan tal presencia divina, declarándose abiertamente escépticos al respecto.
Es precisamente esta disyuntiva la que me permite esbozar mi teoría, que es la que a continuación expongo. Los roedores pueden estar en lo cierto o no. Pueden tener o no la razón. Probablemente eso carezca de importancia. Lo realmente crucial es su derecho a poder estar equivocados. Por tal motivo, cuando alguien se percata de que ha cometido un error tiene la posibilidad de reconocerlo públicamente y enmendarlo mediante lo que se conoce como Fe de Ratas, vamos, digo yo.

lunes, 6 de junio de 2011

Sucesos par(i)dos…una empanada mental


Tras unos días sufriendo de ansiedad, y a la espera de que me abandone definitivamente, mi regreso no podía estar mejor justificado que con una visita a la consulta del médico.




-Doctor, estoy fatal.
-¿Qué le pasa?
-¿A quién?
-Dice que está fatal, ¿qué le ocurre?
-¿A quién?
-A usted, coño. A usted.
-¿Lo ve? Me está hablando en tercera persona y no me entero. Tengo un problema con las conjugaciones verbales, me ocurre en multitud de ocasiones.
-¿Verbigracia?
-No sé si se llama verbigracia o verborrea, pero a mí no me hace ni puta gracia.
-Ya veo, ya veo. ¿Qué le pasa a usted?
-Pues verá, mi mujer dice que tengo una empanada mental, ¿es grave?
-¿Es gallega?
-No. Mi mujer es senegalesa.
-Me refiero a su empanada.
-No, ella no las sabe hacer.
-Su empanada. La suya de usted. La mental, ¿recuerda?
-Sí, me suena de algo…
-Vamos a ver…
-Hablando de la vista. No veo claro el futuro.
-Mire, soy médico no vidente.
-¿Es usted ciego?
-No. No soy invidente, pero tampoco vidente.
-Es usted muy críptico, doctor, eso sí es evidente.
-Bueno, ¿ha visto usted alguna vez destellos en la oscuridad?
-No,  no conozco esa película. Yo soy más de cine de autor comprometido socialmente. “Asesinato justo” o “Estoy hecho un animal” van en esa línea.
-¿Le gustan a usted ese tipo de películas?
-No. En realidad las veo por compromisos sociales que tengo.
-De acuerdo. Dice que no ve claro el futuro, ¿a qué se refiere exactamente?
-Al futuro, que no lo veo claro.
-Oiga, ¿podría darme alguna pista más?
-Que lo veo todo negro.
-Tal vez necesite gafas.
-Pues cómpreselas, doctor, no sé por qué me cuenta esto a mí.
-Me refiero a usted. Tal vez usted las necesite.
-No creo. Lamento contrariarle, pero el presente lo veo bien. Lo que veo negro es el futuro.
-Quizás eso tenga algo que ver con el hecho de que desde que entró usted en la consulta ha mantenido los ojos cerrados. Trate de abrirlos, si no es mucha molestia.
-Muchas gracias, doctor, me ha devuelto la visión de futuro.
-¿Cómo se siente ahora?
-¿Quién?
-¡Usted, joder! Creo que vamos a tener que dejar de lado el tratamiento formal. Así no nos entendemos.
-¿Qué tratamiento? No sabía que ya me había recetado algo.
-Me refería al tratamiento de usted.
-Ya, al mío me refiero yo también, ¿qué es lo que debo tomar?
-Nada, déjelo, es igual. Antes le pregunté que cómo se sentía.
-¿Cuándo?
-Antes.
-¿Antes de qué?
-Antes le pregunté que cómo se siente ahora.
-¿Quiere que se lo diga ahora o antes? Antes ya no se lo puedo decir porque el inexorable devenir lineal del tiempo me lo imposibilita. Pero si tenemos en cuenta que ahora será antes dentro de un momento creo que me he bloqueado.
-No sufra. ¿Qué tal se siente ahora?
-Mucho peor.
-¿Por qué?
-Ahora lo que no veo claro es el pasado.
-Tal vez esté falto de memoria.
-Pues no lo deje pasar, doctor. Debería tomar usted más fósforo.
-¡Me refiero a usted!
-¿Falto de memoria? ¿Yo? Está usted muy equivocado, señor agente.
-¿Lo ve? No tiene usted recuerdos a corto plazo.
-Ahora lo veo todo claro. Creo que está tratando de confundirme, señor profesor.
-El diagnóstico de su mujer es bastante acertado.
-¿Qué le ocurre a mi mujer? Dígamelo, sin trapos calientes.
-Se dice sin paños calientes.
-No es momento de sacar los paños sucios.
-Se dice sacar los trapos sucios.
-Veo que es usted el puto amo de la jerga del sector textil, ¡vaya tela!
-No quisiera faltarle al respeto, pero dígame qué más puedo hacer por usted. Tengo más pacientes que atender.
-¿Y son pacientes de verdad?
-Por supuesto.
-Entonces no les importará esperar, pues la paciencia es la cualidad que define al paciente.
-Bueno, déjese de tonterías. ¿Desea algo más?
-Sí, un café y media tostada con aceite, camarero.
-Tenía usted razón. Está fatal. Memoria de mosquito, vista de murciélago, y por si esto fuera poco, veo que tiene patas de gallo.
-¿Insinúa usted que sufro una especie de metamorfosis animal?
-Se podría decir que, en el plano conceptual y desde el punto de vista meramente teórico, es usted una esfinge venida a menos.
-¿Cree que me estoy transformando en un ser mitológico?
-Verá, de mito tiene usted poco y de lógico menos todavía, así es que no.
-¿Qué me dice sobre mi belleza interior?
-Que debe de tener usted un bazo muy hermoso.
-Gracias, preciosa. Lo tengo hermoso y además suave.
-¿Suave?, ¿el bazo?
-En efecto. Aunque sería más acertado decir los bazos.
-¿Bazos?, ¿acaso cree tener más de uno?
-Por supuesto, tengo dos. Me los hice depilar junto con las piennas a través de rayos lácer.
-Querrá usted decir rayos láser.
-No, lo siento pero no lo querré decir.
-Mire, señor, se me está agotando la paciencia.
-A mí también. Hace más de un cuarto de hora que le pedí un café y media tostada, ¿a qué coño espera?
-No me parece muy apropiada su elección.
-¿Y eso por qué?
-Considero que a su empanada mental le va mejor un poco de vino de aguja.
-¿Rosado?
-No. Hipodérmica.
-Pues no se hable más. Le invito a una ronda, señor agente.



martes, 24 de mayo de 2011

Artículo de primera necedad, es decir, necio de primera. Ansiedad, maldito engorro.



Ansiedad, maldito engorro,
vete ya, para no volver,
cuando quieras venir, le echo morro,
y ya, si acaso, te llamaré.






Ha vuelto. Ya está aquí de nuevo. No me refiero al calor, que también. Ni a las rebajas, que aún no. Es la crisis. No la crisis de los brotes verdes, sino la otra, la de ansiedad. Bueno, en realidad ésta última no se concibe sin la primera. La económica, la de los brotes de soja (es lo único que nos podremos permitir para comer si dura un poco más), es ya una vieja conocida. Se instaló hace unos años en casa y no hay forma de echarla. Ya se sabe, donde viven dos, viven tres. O donde viven tres, viven cuatro, y así sucesivamente. A la que ya no esperaba era a la ingrata ansiedad, pero una vez más se ha vuelto a cruzar en mi camino.
He estado pensando (espero que no sirva de precedente ni para que se generen infundadas expectativas sobre mi capacidad de raciocinio). Como decía, he pensado. Resulta paradójico. Una crisis que conduce a otra. Causa y consecuencia a la vez. Tengo la crisis perfecta, la crisis absoluta. La crisis me genera ansiedad y viceversa, una especie de monstruo que se retroalimenta, nutriéndose de sí mismo. No estoy seguro, pero creo que en términos clínicos podríamos estar hablando de una crisis autoinmune. Quizás me iría mejor si hubiese sido una crisis autocrítica. Seguramente se lo habría pensado dos veces antes de volver a visitarme.
Tal vez debería sentirme afortunado, un privilegiado. Tengo dos. Dos es más que una, ¿no? La crisis de las briznas herbáceas y la de ansiedad, ¿qué más puedo ansiar?
Me siento mal. Seguramente alguien pensará que, en ese caso, tendría que aprender a sentarme mejor. Es posible que tenga razón, a pesar de no haber entendido lo que quería decir. Lo que siento no es precisamente ansiedad de tenerte en mis brazos. Ni tampoco de musitar palabras de amor. Es, más bien, una ansiedad galopante. No, no es que me apetezca montar a caballo, cosa que me provocaría, si cabe, más angustia todavía.
En ocasiones tengo la sensación de que me falta el aire. He oído decir que es bastante necesario para vivir, por lo que entiendo, con buen criterio, que algo no funciona bien. Imagino que una vida sin aire no tiene demasiado sentido, aunque prefiero no pensar mucho en ello, ya que este tipo de razonamientos son los que dan de comer a mi ansiedad (no como yo, que me alimento de hierba fresca).
Esta vez estoy decidido a plantarle cara. Voy a darle bien todo lo que tengo. A darle de lado, a darle largas, a darle esquinazo y a darle por culo, hasta que me abandone definitivamente. Si de lo que se trata es de hacerle el vacío no hay problema, tengo un aspirador que aspira. Sin lugar a dudas, lograré vencer. Tengo aliados para este combate. El sentido del humor por un lado, y por otro, ayuda farmacológica. Un medicamento al que, por no darle demasiada importancia, llamaremos mazapán.

martes, 17 de mayo de 2011

Sucesos par(i)dos…un aspirador que no aspira







-Buenos días, quisiera hablar con el encargado.
-Con el encargado, ¿de qué?
-Con el dependiente.
-¿De qué?
-Dependiente.
-No. Le pregunto que con el encargado o el dependiente de qué quiere hablar.
-Pues quiero hablar sobre la vida amorosa de los cetáceos, no te fastidia.
-Señor, tranquilícese. No le pregunto sobre qué tema quiere hablar con él, sino con el encargado o dependiente de qué sección quiere hablar.
-Con el que atiende las quejas y reclamaciones.
-Desafortunadamente no está, pero yo mismo le podré ayudar, soy un gran amante de la vida submarina, ¿qué desea saber sobre el sexo entre ballenas?
-Estaba siendo sarcástico, ¿entiende usted?
-No, lo siento. Yo soy heterosexual.
-Digo que si sabe lo que es el sarcasmo.
-Creo que es la caja donde enterraban a los faraones.
-No, craso error. Eso sería un sarcófago.
-¡Vaya estupidez! Apuesto a que un sarcófago es alguien que come carne de animales muertos. ¿Afirma usted ser un sarcófago?
-No. Soy sarcástico.
-¿Eso es contagioso?, ¿está usted enfermo?
-No estoy enfermo, pero usted me está poniendo un poco.
-Lamento contrariarle de nuevo. Me reafirmo en mi condición sexual y, en cualquier caso, usted a mi no me pone en absoluto.
-¡Digo que soy sarcástico!
-¿Perdón?
-¡¡Sarcástico!!
-Ya le he oído, no hace falta que grite. Le pedía disculpas porque no he podido reprimir una ventosidad. De todas formas, parece estar usted muy orgulloso de comer carne muerta.
-Oiga, yo no como carne muerta. Bueno…sí, ¿qué más le da?
-No, si a mí no me importa… Yo soy vegano de grado 5. No como nada que proyecte sombra.
-Muy interesante, pero me da igual su dieta. Tengo un problema.
-Mire, esto es una tienda de electrodomésticos. El psicólogo está justo en el local de arriba. Le curará muy bien de la necrofagia esa que padece.
-No me ha entendido. Tengo un problema con ustedes.
-¡Ah! ¿Cuál es el problema? Dígame, dígame.
-Verá, la semana pasada compré un aspirador y resulta que no cumple su función.
-¿Qué es lo que espera usted de él?
-Pues que aspire.
-¿No aspira?
-No.
-¿Nada?
-¡Por Dios! ¿Cómo va a nadar?, ¿es usted gilipollas?
-No. Le pregunto que si no aspira nada.
-¡Ah! Lo siento. No. No aspira nada.
-No se preocupe. A mi hijo le ocurre lo mismo.
-¿Cómo dice?
-Mi hijo, que no tiene metas en la vida, no se le ve ilusión por las cosas. En definitiva, que no aspira a nada tampoco.
-Ya, bueno. Pero mi aspirador no es igual que su hijo.
-Soy consciente de ello. Es algo que se le pasará. Espero que cuando madure sea capaz de valorar lo que su madre y yo hemos hecho por él.
-Muy bien, pero ¿qué hago yo con mi aspirador?
-Busque ayuda. Un psicólogo podría ofrecerle asesoramiento. Arriba tenemos uno.
-¡Oiga! ¡Yo no necesito orientación psicológica!
-A nosotros también nos costó asumirlo. El primer paso fue reconocer como propia la incapacidad para acercarnos a nuestro hijo.
-¡Ya! Pero, ¿cómo puedo aplicar esto con mi aspirador?
-No sé, trate de hablar con él, no se muestre distante. Utilice su inteligencia, hombre.
-¡Basta! Lo que quiero es que el aspirador haga lo que espero de él.
-Veo que además de sarcófago es usted un intransigente. No sea tan duro con él.
-¿Qué quiere que haga? Fui educado en el seno de un hogar estricto. Nos gusta que las cosas funcionen como es debido.
-Tenga un poco de mano izquierda.
-Oiga, lo que  tengo es la casa hecha un asco.
-¡Hombre! Ahora lo entiendo todo. Es usted el típico cerdo que debería aprender a predicar con el ejemplo. ¿Cómo pretende que el aspirador asuma su papel si usted como padre es un auténtico puerco asqueroso?
-¡La culpa de que mi casa esté hecha una pocilga es del maldito aspirador!
-Veo que usted es incapaz de asumir las responsabilidades propias de un adulto. Culpando a los demás de su propia ineptitud no va a solucionar las cosas. Debería darle vergüenza, ¡madure de una vez!
-Mire, esta conversación no nos lleva a ningún sitio. Creo que el problema está en que el aspirador no hace bien el vacío.
-¿Y a eso le llama usted problema?
-¿Cómo dice?
-El hecho de que el aspirador no le haga el vacío es un primer paso, quiere decir que le escucha y que no le ignora.
-Verá, en realidad yo lo que quiero es devolverlo todo…
-Eso sí que no se lo voy a consentir, ¡en mi mostrador no vomita ni Dios! ¡Váyase usted a echar la pota a su mugrienta y cochambrosa guarida!
-Me temo que no me ha entendido. Le digo que quiero devolver el aspirador con todos sus accesorios.
-¿Pero cómo ha sido usted capaz de zamparse el aspirador, los tubos y la escobilla? ¿No ve que le puede hacer daño? ¿Qué se ha creído usted, un aspirador de aspiradores, un aspiradófago? Así no me extraña que no vaya bien…
-Mire, de verdad, déjelo. No puedo más. No quiero un aspirador que no funciona. Aquí se lo dejo. Renuncio a cualquier tipo de reembolso económico. Desisto.
-Vamos, hombre, no me sea tremendista.
-¿Ah, no? ¿Y qué quiere que haga? ¿Para qué me sirve un aspirador que no aspira?
-Pues verá, los reproductores de música no tienen descendencia y nadie se rasga las vestiduras. Igual que las neveras, que tampoco nievan. Ni las radios tienen diámetro. Por no hablar de las llaves inglesas, que no hablan idiomas. No lo tome todo en el sentido literal, no sirve de nada.
-Vaya, en estos momentos creo que el que no sirve para nada soy yo.
-No, hombre, claro que sirve, tan sólo debe aspirar a más.



martes, 10 de mayo de 2011

Historias de una indudable mente casta...Tengo una Duda












Mi nombre es lo de menos. No es que me llame Lodemenos, que por otra parte es un nombre genial. De hecho suena a héroe mítico de batalla griega: Lodemenos de Argos, por ejemplo. Lo que quiero decir es que no importa cómo me llamo. Bueno, a mí sí que me importa, pero en esta ocasión no viene a cuento.

Ocurrió, más o menos, hace un mes. Lo sé porque recuerdo perfectamente que me hallaba sentado, en la barra del bar Celona, bebiendo. Bebía en silencio, necesitaba algo de tranquilidad. Alejado del ruido y el bullicio, me pareció muy oportuno y apropiado pedir ron Nogrita. En ocasiones olvido que bebo para olvidar mi problema con el alcohol y la falta de memoria. Me hallaba enfrascado en mis pensamientos, cautivo por un tan repentino como inusual y lúcido destello de fervor místico-gastronómico. Recuerdo que trataba de encontrar el nexo común al arrepentimiento, la resurrección de la carne y la docena y media de chuletas de cordero que había cenado la noche anterior. Estaba a punto de dar con la clave de la encrucijada a la que mis propios pasos mentales me habían conducido cuando de repente me asaltó una Duda. Fue por la espalda. Un ataque limpio, una acometida certera. En unos segundos la Duda se había adueñado por completo de mí, tomando desde ese mismo instante, las riendas de la situación. No era una duda cualquiera. Tampoco lo era lechera. No. No era esa clase de duda. Era, más bien, una duda con clase. Durante unos minutos me tuvo a su merced. Afortunadamente resultó ser una duda razonable y acabamos alcanzando un compromiso. Fijamos la boda para el mes siguiente. Sin duda, una nefasta idea. Sin embargo, es decir, al corriente del pago de la hipoteca, seguimos bebiendo, ahora juntos y entre risas, para celebrar nuestro dudoso y desesperanzador enlace.

Ignoro cuanto tiempo transcurrió. Tampoco recuerdo cómo llegué a casa, pero el caso es que sé que la Duda me acompañó en cada momento, no me cabe la menor duda. ¿Debería ponerme calcetines para dormir?, ¿pasaría frío?, ¿me apetecería leer?, ¿era buena hora para poner una lavadora? Ni idea. No era capaz de encontrar respuestas a las cuestiones más triviales. Decidí acostarme con la Duda para, de ese modo, consumar nuestra extraña relación. Sin duda, o mejor dicho, con ella, fue una noche memorable.

El alba me arrancó del profundo sueño en el que me hallaba sumido. O tal vez sería mejor decir sumergido, pues si no recuerdo mal, me encontraba en la playa, tratando de salir a flote, luchando por no perecer ahogado en un mar de dudas. Al despertar me sorprendí pensando en René Descartes. Supongo que nadie mejor que él consiguió “descartar” sus dudas. A decir verdad, me vino a la mente su conocido, aunque para mí dudoso, Método, un Discurso en el que expone, con exquisita ambigüedad y una elaborada prosa enrevesada, una serie de artimañas manifiestamente rocambolescas para tomar conciencia de su propia existencia. “Cogito ergo sum” o “Pienso, luego existo”. Racionalismo en estado puro. ¡Y una mierda! ¡Qué disparate! ¿En qué coño estaría pensando? Se nota que en el siglo XVII no había programas del corazón ni prensa rosa. Afirmar que la existencia de una persona depende de su capacidad para pensar es tan inaudito como sostener que las mañanas de Telecinco apuestan por la cultura. ¿Alguien duda de la existencia de Ana Rosa Quintana o de Belén Esteban? ¿Alguien cree que piensan? Señoría, no hay más preguntas.

En algún momento de la mañana, mientras dudaba entre desayunar en casa o de camino al trabajo, lo comprendí todo, o al menos eso creí entonces. Comprendí que la Duda era necesaria. No en vano, la duda es la sal de la vida. Ésta no es una afirmación gratuita. Imagino que todos habréis estudiado algo de química inorgánica, por lo que sabréis que el nombre científico de la sal el clodudo de sodio.

Los días que sucedieron a nuestro primer encuentro sirvieron para estrechar, más aún si cabe, los lazos que me habían unido a la Duda. Descubrí de ese modo, que procedía de una familia de dudosa reputación. Según parece, aunque de origen campesino, pues en el pasado fue una familia que sembraba dudas, en la actualidad, tal y como me confesó, dirigen un grupo empresarial que arroja pingües beneficios. Me pareció entender que se referiría al beneficio de la duda, ya que me pidió que se lo concediera. Me habló de sus inversiones en Duda Pública, pese a la desconfianza que genera y a la incertidumbre actual que planea sobre el Tesoro. Según me dijo, ahora, más que nunca, había que estar a las dudas y a las maduras. Supongo que no estaba bromeando cuando me lo comentó, ya que, al parecer, existen serias dudas sobre la cuestión.

Sin ningún género de dudas, ella era mi Duda del género femenino, o al menos eso me pareció en ese momento. Ahora no estoy tan seguro de ello. De hecho, no quiero que la Duda vuelva a entrar en mi vida. No hay sitio para ella, no me cabe duda alguna ya. ¿Sabéis por qué? Pues os lo voy a contar. El día de nuestra boda no se presentó. Yo lo tenía clarísimo y supongo que, consecuentemente, mis dudas desaparecieron por completo, llevándose consigo a la que tanto quise. Pude comprobar y comprender, tan sólo entonces, el motivo por el que se suele decir que la duda ofende.

Ahora ya no tengo dudas. No pienso las cosas. Tal vez no exista, pero no me importa. Si algo he aprendido de esta historia es que si bebes, no con dudas.



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