miércoles, 26 de enero de 2011

gajos del oficio de arquitecto

“Abandonad toda esperanza”. Con esta “cálida” (por aquello del fuego eterno) bienvenida, reciben a las puertas del infierno, según nos cuenta Dante en su Divina Comedia.

No temáis, no vamos a hablar de infiernos, ni de Dante. Tampoco de comedias, ni humanas ni divinas. De puertas, tal vez. Con este dramático enunciado pretendo deslizar un tema que conozco de cerca, para variar un poco. Hablaremos, esta vez, de arquitectura, y como no podía ser de otro modo, en tono irónico. Por centrar un poco más el asunto, diré que lo que vamos a tratar se refiere, fundamentalmente, a la relación profesional que se establece, en ocasiones, entre arquitecto y cliente.

Abordaremos la cuestión desde una perspectiva global. Intentaremos analizar el proceso comunicacional y los mecanismos por los cuales la transmisión y recepción de información entre ambos sujetos, frecuentemente, se ve distorsionada por crujidos (más que ruidos) semánticos y por toda suerte de interferencias de diversa naturaleza.

Para empezar, y siempre desde el punto de vista del arquitecto, estudiaremos la figura del cliente, repasando los distintos tipos que podemos encontrar. Realizar un estudio en profundidad de toda la casuística se me antoja, como poco, una tarea inabarcable para un artículo de estas características. Me limitaré, por tanto, a dar unas pinceladas sobre los arquetipos más redundantes, siguiendo un riguroso orden aleatorio.

Podríamos comenzar hablando del tipo de cliente “inmune o impermeable a las ideas ajenas”. Este sujeto, por norma general, presenta una gran autoconfianza y una seguridad total a la hora de expresar sus planteamientos e ideas arquitectónicas, sea o no conocedor de la naturaleza de las mismas. No muestra excesivo interés, ni entusiasmo alguno por los planos, maquetas, infografías y explicaciones, puesto que, aunque no lo manifieste “ad alta voce”, piensa que todo aquello que no se geste en el seno de su fecunda e ingeniosa mente maravillosa es una mierda. En ocasiones respeta el turno de palabra del arquitecto, pero suele responder, frecuentemente, con un: “todo esto me parece muy bien, pero lo vamos a hacer a mi manera”.

El hecho de proyectar, diseñar y, en definitiva, materializar ideas, requiere, por parte del arquitecto, una serie de destrezas. El proceso creativo asume la identificación y captación de ciertas necesidades ajenas, a través de la empatía y la sensibilidad. Mediante el análisis, reflexión, incubación y síntesis de conceptos abstractos se trata de dar respuesta a dichas necesidades, resultando realidades concretas y construibles.
Algo debe ocurrir, bien durante el proceso, o bien en el momento en el que se establece la comunicación entre arquitecto y cliente. Algo que imposibilita, en muchas ocasiones, que la información salga y se reciba en buenas condiciones. El emisor, el receptor, el código, el mensaje, el canal, la verdad, no lo sé.


Para comprender mejor lo que digo, vamos a proponer un sencillo ejercicio práctico.
Las imágenes que muestro a continuación corresponden a la vivienda conocida como “Fallingwater house”, del arquitecto Frank Lloyd Wright.
Vamos a imaginar, por un momento, que otro arquitecto, uno cualquiera, trata de defender las virtudes de una casa como ésta ante un cliente del tipo “inmune o impermeable a las ideas ajenas”. A ver qué pasa.




Lo que dice el arquitecto, entusiasmado, mientras muestra la documentación gráfica:

“En primer lugar he procedido a mesurar y valorar las tensiones y fuerzas del lugar, con el fin de ubicar y orientar la vivienda según los parámetros de apertura visual, perspectiva, paisajísticos y de soleamiento óptimos. Del mismo modo, la propuesta que le presento responde al emplazamiento con actitud de respeto, casi de dulzura, valorando el entorno, en el que se integra la vivienda, potenciándolo y consiguiendo que la dualidad lugar-arquitectura salga reforzada y convertida en unidad retroalimentativa. La concatenación espacial, la superposición de planos y masas, así como la articulación volumétrica permiten el diálogo entre lo natural y  lo artificial. Se ha buscado la ingravidez, sugerida a través de los grandes vuelos de las terrazas. El hilo conductor que articula el espacio interior es el que nos habla de flexibilidad, diafanidad espacial, funcionalidad y permeabilidad lumínica. La contraposición de elementos verticales y horizontales trata de equilibrar tensiones, de fusionar estatismo y dinamismo, en definitiva, de realzar y potenciar el juego de luces y sombras”  


Lo que piensa el cliente mientras habla el arquitecto y contempla la documentación:

(Vaya tela! Yo quería sólo una casa, no esto. Ufff… ¿Qué dice de parámetros de qué? No, este tío no tiene ni puta idea de arquitectura, le tendría que presentar a mi cuñado, que sin planos ni nada te levanta unas casas bien hermosas. Mierda, ya he perdido el hilo. A ver qué dice ahora… ¿Dualiqué? ¿Retroalimentaqué? Hay que joderse, que palique!  Y a todo esto, ¿por dónde coño se entra? No veo la puta puerta. Lo que yo te diga, ni puta idea tiene éste… diálogo entre lo natural y lo artificial, manda huevos. Bla, bla, bla, ñi, ñi, ñi. Y aun sigue, vaya peñazo! A ver cómo le meto en la cabeza que yo lo que quiero es una puta casa, joder, cuatro paredes y un tejado, coño, no es tan difícil de entender. Joder, ya me he vuelto a perder…Flexibilidad y diafaniqué? Los cojones. Equilibrar tensiones, eso, tensión y mala hostia, lo que llevo yo encima. A este tío le tengo que parar los pies, le tengo que quitar la tontería, pero ya. Además, fijo que la casa no aguanta, se cae, seguro que no resiste los impulsos ascensionales esos que dice. En mi casa no tolero los dinamismos. Lo que faltaba, juegos de luces y sombras, la leche! Qué pesado! Te voy a dar yo a ti juego, pero de hostias!)


Lo que responde finalmente el cliente:

“Esto… A ver… un tema... Y digo yo…, la casa ésta…, un suponer…, ¿no cree usted que puede que, con el tiempo, tenga humedades? Va a ser que prefiero algo menos diafanático, espacialmente hablando, claro. Y lo de la ingravidad, como que no me lo trago. Ya si eso me trae usted mañana otra propuesta, un poco más elaborada, que se nota que esto lo soñó anoche y lo ha pasado a limpio esta mañana, rápidamente y de mala manera. Le recuerdo que quiero una casa, no un juego de sol y sombra estatizado con impermeabilizante luminoso.”


Lo que piensa el arquitecto:

(Nooooo! Me cago en la leche! El trabajo de meses a la puta mierda en cinco minutos! Otro que quiere cuatro paredes y un tejado! No aprendo, no aprendo. Dios! Qué va a ser de mi?)


Lo que dice finalmente el arquitecto:

“Bien, revisaremos la propuesta y reconsideraré sus alternativas. Quedamos emplazados para la misma hora, el jueves próximo.”


9 comentarios:

  1. Enhorabuena Miguel, nuevamente:

    ¡ Qué buenas esas sutilezas de la mente al pasar los pensamientos y emociones por el filtro de la diplomacia y la razón o el raciocinio ajustado a las circunstancias !

    Hasta a lo tuyo le pones un toque de humor . Ah, la foto que has colgado es buenísima ... pero he de darle la razón al cliente, jajaja, en ese emplazamiento eso de las humedades, jajaja

    Un saludo. Y gracias por compartir tu humor.

    Mar

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  2. jajjajaaa...


    Bueno amigo....me has arrancado las primeras sonrisas (risas) del dia....(son las 8:15)....
    Ademas. entiendo muy bien todo lo que cuentas...porque en el seno de mi familia se entiende y trabaja con la construcción (desde el otro lado del arquitecto)...y este texto tuyo...lo he vivido muchas veces...

    Recuerdo unos planos maravillosos...en la mejor zona del pueblo...
    que quedaron resumidos a una planta con cuartos...y el bajo tipo cochera rustica donde la familia se empeñaba en hacer vida....

    en fin...
    son cosas que pasan..
    pero tu no dejes de crear...o al menos..d.e intentarlo...vale?

    un abrazo Miguel , y gracias por acercarme tu espacio

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  3. Hola miguel,
    Decirte que yo sería tu clienta ideal, la casa de la foto es una pasada......, jajajaj da igual que no tenga puerta, se entra por una ventana....jajajaj.
    Tienes un verdadero dominio de situaciones, lo haces que lo bordas vaya...jajajaja, la visión del cliente es certera pero de verdad jajajajaj.
    No te desanimes si me toca la loto, tu me haras esa casa para mi. Gracias. Saludos.

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  5. Jorge Ballester Dolz dijo...

    La verdad es que este texto, para una persona que comienza a introducirse en el apasionado mundo de la arquitectura es bastante deprimente. Esos clientes deben de ser un verdadero infierno, y yo creo que me negaría rotundamente a este tipo de propuestas donde el cliente juega a ser arquitecto.

    Cuando un enfermo va al médico, el encargado del tema es el médico y no el enfermo, aunque también están los típicos abuelos que deciden qué tomar y qué no. Yo creo que un médico honrado debe negarse a recetar medicamentos inapropiados. De la misma manera, un arquitecto debe negarse ha realizar edificios diseñados por la mente inexperta y cerrada de un cliente amargado.

    Me gusta el texto.

    Recuerdos desde Alicante

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  6. soy Ja becerra, yo si fuera el cliente te diria, cuantos metros cuadrados tiene el salon, por que mi hermana tiene uno de 50 metros y yo lo quiero mas grande. Y como te hable del balcon no acabo, jejejeje

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  7. Otro texto magnífico! Gracias por las risas que provoca!

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  8. Nuevamente te felicito, Miguel!
    Has sabido plasmar con absoluta frescura y expontaneidad este flujo de energias soterradas bajo la diplomacia que a veces percibimos los que porfesionalizamos con el tema proveedor y cliente. Aunque tu texto no sólo es una crítica irónica del catalogado cliente rudimentario sino también del rígido profesional que utiliza un lenguaje absolutamente lejano para su interlocutor-cliente y defiende sus trabajos como un proyecto de fin de carrera. Felicidades de nuevo!

    Un saludo desde La Emoción Indomable

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  9. Mis respuestas:

    a CENTRO DE PSICOLOGÍA GESTALT: Muchas gracias! Como puedes ver, el filtro de la diplomacia al que haces referencia esconde profundos pensamientos reflexivos y mutuas reacciones sumamente empáticas. Supongo que, en realidad, no siempre decimos lo que pensamos, y por tanto, resulta más irónico sacar a la luz aquello que no se dice.
    Saludos!


    a Firenze: Me alegra verte por mi pequeño espacio, así como compartir risas matinales. La experiencia que cuento, de una forma u otra, de un lado o del otro, la hemos vivido casi todos los que nos dedicamos a esto. Más que buscar a los responsables de la incomunicación, de lo que trato es de mirar con las gafas de la ironía, de pintar una situación que es, a pesar de todo, un hecho. Gracias, de nuevo, por tu aportación, y espero volver a verte por aquí.
    Saludos!


    a Bea: Gracias! Sin duda te alabo el gusto, pues la imagen de la foto es una de las más grandes obras que ha dado la arquitectura contemporánea. Pensar que se trata de una vivienda construida en los años 30 del siglo XX nos hace ver lo poco que ha avanzado la arquitectura en los últimos tiempos.
    En cualquier caso, te tomo la palabra, y si algún día la lotería llama a tu puerta, sabes que puedes contar conmigo para diseñar tu casa.
    Saludos!


    a Jorge: No es mi intención, ni mucho menos, la de hundir el ánimo de un futuro compañero de profesión. Todo lo contrario. La escuela de arquitectura me aportó, en su día, muchas cosas positivas, pero hay algo que no nos enseñaron, y fue a trabajar en un mundo real, en el que los clientes no son profesores con los que, en mayor o menor medida, sintonizas. Quizás se echan en falta algunas clases de realidad.
    Comparto la analogía que haces con la medicina, por completo, pero no puedo esquivar lo siguiente. La salud, a diferencia que la estética, es poco opinable. La gente se toma más bien en serio su vida. Mientras que una enfermedad puede acabar con alguien, el gusto artístico o estético, por nefasto que nos pueda resultar, en principio, y aunque duela, no nos mata.
    Simplemente trato de aceptar un hecho, tal como es, y para sobrellevarlo con mejor ánimo, lo paso por el filtro de la ironía. Eso también lo aprendí en la escuela, igual que la capacidad y la sensibilidad para descubrir la belleza en la Arquitectura de verdad. Eso no me lo quita nadie. Si tuviera que volver a empezar mis estudios, sin duda, elegiría lo mismo.
    Gracias por tu aportación, espero volver a verte por aquí.
    Saludos!


    a José Antonio: Gracias por tu intervención, así como por darme pie a introducir uno de los próximos artículos que estoy preparando. La figura del cliente megalómano, seguramente, y sin dar más datos en este lugar, te resultará ligeramente conocida ;-)
    Me alegro de verte por aquí!
    Saludos!


    a Mali: Gracias por tus elogios! Me complace mucho compartir risas, es todo un aliciente para seguir adelante!
    Saludos!


    a Gabriela: Muchas gracias! Veo que has captado perfectamente, en su doble vertiente, la ironía que pretendía mostrar en el artículo. Como bien dices, no solo se trata de un cliente reacio a las ideas ajenas. En este caso, quizás exagerando un poco, el arquitecto no consigue transmitir sus ideas de un modo mínimamente inteligible. En ocasiones, los profesionales, de cualquier disciplina, tendemos a pensar que todo el mundo habla nuestro propio lenguaje técnico. Nada más lejos de la realidad!
    Saludos!

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