lunes, 7 de noviembre de 2011

Reinos de Hispania: hoy tocamos los suevos, un pueblo con pelotas







Los suevos fueron un pueblo germánico procedente del norte de Europa. Ya en su día (cualquiera que fuese, pongamos un viernes a media mañana, antes del lunch), el propio Cornelio Tácito los menciona, aunque en realidad más bien debió de insinuarlos, pues como indica su apellido, fue hombre de pocas palabras.

En sus migraciones hacia el sur y el oeste, y a diferencia de lo que cabría pensar, los suevos no viajaron con Ryanair, sino andando, pues el suevo era un pueblo aguerrido y ajeno al desaliento. No en vano hoy en día quedan ciertos vestigios de tal bravura plasmados en la frase “tener un par de suevos”.

En diciembre del año 406, dirigidos por su rey, Hermerico, y en compañía de otros pueblos germánicos, cruzaron las gélidas aguas del Rin. Durante el transcurso de la travesía, y debido a la baja temperatura a la que se encontraba el río, se acuñó otra célebre expresión que también ha llegado a nuestros tiempos, “se nos están helando los suevos”.

Sobre las razones que impulsaron a los suevos a abandonar sus tierras, o bien no se ha escrito demasiado, o bien yo no he encontrado nada. No obstante, a pesar de mi impericia y tras más de diez minutos de ardua y profunda reflexión, me atrevo a enunciar una hipótesis. Los suevos, de carácter jovial y desenfadado, se vieron oprimidos por la aparición en escena de otro pueblo nórdico, el de los escondinabos (vocablo o palabro procedente del subnormando, lengua medio muerta o exhausta, compuesto de escondi=calzón + nabo=cillo, es decir, calzoncillo), reacio a la exaltación de la informalidad en el vestir de la que hacía gala el pueblo suevo. Como digo, los escondinabos o calzoncillos, trataron de acomodarlos a sus propios usos y costumbres, poniendo a los suevos de corbata y traje largo. Como consecuencia de la presión ejercida por los primeros sobre los suevos, éstos últimos optaron por huir, pues como a otros muchos pueblos de la época, la moda de aquél entonces les tenía hartos hasta a los suevos.

En su Historia Sueborum, Isidoro de Sevilla deja constancia de que el Regnum Sueborum duró exactamente 177 años y fecha erróneamente su inicio en el 408, ya que los suevos no penetraron en la península Ibérica hasta el 409, debido en parte a que eran extremadamente tranquilos (suevones) y por otro lado a que iban avanzando torpe y lentamente (pisándose los suevos).
Cuando finalmente llegaron a Hispania, se asentaron en el noroeste de la península Ibérica, estableciendo su capital, con buen criterio no carente de cierta ironía, en Braga (algunos historiadores afirman que por despecho hacia los escondinabos o calzoncillos, otros no lo afirman ni lo desmienten y hay dos o tres que no se han pronunciado todavía). El régimen de gobierno que adoptaron fue el de la monarquía, es decir, se hacía lo que le salía al rey de los suevos.
Sobre la presencia del pueblo suevo en la península Ibérica se sabe mucho (un suevo y parte del otro), a excepción de aquello que aconteció durante el período que transcurre desde el 469 al 558, llamado Período Oscuro. Se trata de una laguna histórica debido a la escasez de fuentes, aunque bien pensado, resulta paradójico que a raíz de la escasez acuífera se obtenga como resultado la generación de una laguna, en todo caso se trataría de un secarral histórico. Dejando al margen estupideces y cuestiones triviales, trataré de arrojar algo de luz sobre lo que realmente sucedió en este período.
Una de las principales razones que justifica la ausencia de datos sobre esta etapa de la historia de los suevos fue una cuestión de actitud. Falta de motivación, pasividad, tal vez desidia… Durante casi noventa años, y aunque no sea fácil de creer, estuvieron tocándose los suevos, fundamentalmente a sí mismos, pero también los unos a  los otros, por lo que no faltaron motivos para riñas y disputas. Una expresión que refleja fielmente el espíritu de la época es la siguiente: “me importa un suevo”. La falta de actividad intelectual, pero fundamentalmente física, llevó a que la población, en general, sufriera trastornos alimenticios y tendiera de forma escalofriante al sobrepeso, siendo muy común entre los reinos limítrofes hablar en estos términos despectivos “qué gordos tienen los suevos”, refiriéndose a casos especialmente extremos, como el de Humpty-Dumpty, uno de los suevos más voluminosos que existió, que como todo el mundo sabe, cayó desde lo alto de un muro, dando origen a los “suevos rotos”, sin que ninguno de los caballos ni caballeros del rey pudieran hacer nada en absoluto por volver a recomponerlo.
Esta época tan apática como antipática tampoco estuvo exenta de picaresca y pillaje. A menudo se relacionó a este pueblo con el latrocinio y el hurto, por lo que a partir de entonces ambos términos irían de la mano a lo largo de la Historia, en la forma que sigue: “suevos con chorizos”.
Ante tal derroche de virtudes internas resulta insólito que ninguno de los pueblos colindantes aprovechara la ocasión para invadir el territorio ocupado por los suevos. Existe una teoría que justifica o, cuando menos, explica esta aparente falta de ambición estratégico-militar. En realidad se trató, más bien, de una lamentable confusión originada por la prescripción facultativa de un eminente y prestigioso endocrino. Según he podido averiguar, el rey visigordo Don Todorico Rico Rico, conocido por su gran capacidad para ingerir alimentos y aquejado por una hipercolesterolemia aguda y una tasa de triglicéridos tan grande que tenía personalidad propia, se puso en manos del célebre nutricionista Don Levigilo Ladieta Severa. Este último, cuya fama como autoridad en la materia le precedía, se dirigió al rey de los visigordos en los siguientes términos: “Don Todorico, a partir de ahora, los huevos ni tocarlos”. Comoquiera que el doctor, de origen borgoñón, tendía a hacer la liason en cuanto se presentaba la menor ocasión, y dado que el rey, a pesar de que jamás lo quiso reconocer, andaba justo de oído, ocurrió lo que tenía que ocurrir. Los suevos jamás fueron acosados por los visigordos, perpetuando su período oscuro por casi noventa años. Sin embargo, no muy lejos de allí, el monarca Todorico, ajeno a la verdad, falleció a las pocas semanas de aquello, cuando asistía, en calidad de presidente del jurado, a una cata y degustación de tortillas de quesos semicurados.
¡Manda suevos!

9 comentarios:

  1. Un artículo muy divertido, a la par que interesante. Además me ha recordado a una novela que he leído recientemente, que si bien trata sobre los godos también aparecen por ahí los suevos.

    Te dejo la reseña, que lo mismo te resulta interesante la novela.

    http://laluzdeleoen.blogspot.com/2011/10/para-leer-senores-de-godos-de-juan.html

    Un saludo.

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  2. Me impresiona tus conocimientos profundos sobre hechos históricos...jajajajajaj.

    De verdad Miguel que eres impresionante o como tu mismo dices...todo un Suevo de los pies a la cabeza...jajaja

    Un abrazo, amigo. De verdad que me encanta tu sentido del humor...eres un genio.

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  3. Aquí cerca, en Orihuela del Señor,vino un ilustre suevo, Teodomiro se llamaba. Y más que de Braga, vino de Bragança, que está al lao. Norabuena, Miguel, por ese humor.

    Espartafilardo de la Estopa

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  4. Muy buen trabajo, la verdad.
    Esta muy bien,me encanta la historia.
    Gracias por la información y sigue así :)

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  5. Gracias por hacerme reír un rato.

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  6. Es la primera vez que la Historia me hace sonreir. ¡¡Enhorabuena!!

    Una bonita y divertida forma de adentrarnos en la Historia, a los que, como yo, suspendíamos la misma.

    Gracias y un saludo.

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  7. ESTAS SON PALABRAS ESPECTACULARES AMIGO MIO
    GRACIAS POR DEJAR QUE YO LAS ADMIRE :D

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  8. Estupendo blog. Enhorabuena. Los de Janóbriga, por proximidad, tenemos algo de VACEOS, es decir que tenemos muchos huecos, que es un pueblo con capacidad de almacenamiento; aguante, paciencia y esas cosas

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  9. Hola Miguel. Feliz año. Me gusta mucho tu blog, sobre todo la historia, aunque tengo que mirarlo mejor.Siempre con poco tiempo coño.

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