martes, 24 de mayo de 2011

Artículo de primera necedad, es decir, necio de primera. Ansiedad, maldito engorro.



Ansiedad, maldito engorro,
vete ya, para no volver,
cuando quieras venir, le echo morro,
y ya, si acaso, te llamaré.






Ha vuelto. Ya está aquí de nuevo. No me refiero al calor, que también. Ni a las rebajas, que aún no. Es la crisis. No la crisis de los brotes verdes, sino la otra, la de ansiedad. Bueno, en realidad ésta última no se concibe sin la primera. La económica, la de los brotes de soja (es lo único que nos podremos permitir para comer si dura un poco más), es ya una vieja conocida. Se instaló hace unos años en casa y no hay forma de echarla. Ya se sabe, donde viven dos, viven tres. O donde viven tres, viven cuatro, y así sucesivamente. A la que ya no esperaba era a la ingrata ansiedad, pero una vez más se ha vuelto a cruzar en mi camino.
He estado pensando (espero que no sirva de precedente ni para que se generen infundadas expectativas sobre mi capacidad de raciocinio). Como decía, he pensado. Resulta paradójico. Una crisis que conduce a otra. Causa y consecuencia a la vez. Tengo la crisis perfecta, la crisis absoluta. La crisis me genera ansiedad y viceversa, una especie de monstruo que se retroalimenta, nutriéndose de sí mismo. No estoy seguro, pero creo que en términos clínicos podríamos estar hablando de una crisis autoinmune. Quizás me iría mejor si hubiese sido una crisis autocrítica. Seguramente se lo habría pensado dos veces antes de volver a visitarme.
Tal vez debería sentirme afortunado, un privilegiado. Tengo dos. Dos es más que una, ¿no? La crisis de las briznas herbáceas y la de ansiedad, ¿qué más puedo ansiar?
Me siento mal. Seguramente alguien pensará que, en ese caso, tendría que aprender a sentarme mejor. Es posible que tenga razón, a pesar de no haber entendido lo que quería decir. Lo que siento no es precisamente ansiedad de tenerte en mis brazos. Ni tampoco de musitar palabras de amor. Es, más bien, una ansiedad galopante. No, no es que me apetezca montar a caballo, cosa que me provocaría, si cabe, más angustia todavía.
En ocasiones tengo la sensación de que me falta el aire. He oído decir que es bastante necesario para vivir, por lo que entiendo, con buen criterio, que algo no funciona bien. Imagino que una vida sin aire no tiene demasiado sentido, aunque prefiero no pensar mucho en ello, ya que este tipo de razonamientos son los que dan de comer a mi ansiedad (no como yo, que me alimento de hierba fresca).
Esta vez estoy decidido a plantarle cara. Voy a darle bien todo lo que tengo. A darle de lado, a darle largas, a darle esquinazo y a darle por culo, hasta que me abandone definitivamente. Si de lo que se trata es de hacerle el vacío no hay problema, tengo un aspirador que aspira. Sin lugar a dudas, lograré vencer. Tengo aliados para este combate. El sentido del humor por un lado, y por otro, ayuda farmacológica. Un medicamento al que, por no darle demasiada importancia, llamaremos mazapán.

martes, 17 de mayo de 2011

Sucesos par(i)dos…un aspirador que no aspira







-Buenos días, quisiera hablar con el encargado.
-Con el encargado, ¿de qué?
-Con el dependiente.
-¿De qué?
-Dependiente.
-No. Le pregunto que con el encargado o el dependiente de qué quiere hablar.
-Pues quiero hablar sobre la vida amorosa de los cetáceos, no te fastidia.
-Señor, tranquilícese. No le pregunto sobre qué tema quiere hablar con él, sino con el encargado o dependiente de qué sección quiere hablar.
-Con el que atiende las quejas y reclamaciones.
-Desafortunadamente no está, pero yo mismo le podré ayudar, soy un gran amante de la vida submarina, ¿qué desea saber sobre el sexo entre ballenas?
-Estaba siendo sarcástico, ¿entiende usted?
-No, lo siento. Yo soy heterosexual.
-Digo que si sabe lo que es el sarcasmo.
-Creo que es la caja donde enterraban a los faraones.
-No, craso error. Eso sería un sarcófago.
-¡Vaya estupidez! Apuesto a que un sarcófago es alguien que come carne de animales muertos. ¿Afirma usted ser un sarcófago?
-No. Soy sarcástico.
-¿Eso es contagioso?, ¿está usted enfermo?
-No estoy enfermo, pero usted me está poniendo un poco.
-Lamento contrariarle de nuevo. Me reafirmo en mi condición sexual y, en cualquier caso, usted a mi no me pone en absoluto.
-¡Digo que soy sarcástico!
-¿Perdón?
-¡¡Sarcástico!!
-Ya le he oído, no hace falta que grite. Le pedía disculpas porque no he podido reprimir una ventosidad. De todas formas, parece estar usted muy orgulloso de comer carne muerta.
-Oiga, yo no como carne muerta. Bueno…sí, ¿qué más le da?
-No, si a mí no me importa… Yo soy vegano de grado 5. No como nada que proyecte sombra.
-Muy interesante, pero me da igual su dieta. Tengo un problema.
-Mire, esto es una tienda de electrodomésticos. El psicólogo está justo en el local de arriba. Le curará muy bien de la necrofagia esa que padece.
-No me ha entendido. Tengo un problema con ustedes.
-¡Ah! ¿Cuál es el problema? Dígame, dígame.
-Verá, la semana pasada compré un aspirador y resulta que no cumple su función.
-¿Qué es lo que espera usted de él?
-Pues que aspire.
-¿No aspira?
-No.
-¿Nada?
-¡Por Dios! ¿Cómo va a nadar?, ¿es usted gilipollas?
-No. Le pregunto que si no aspira nada.
-¡Ah! Lo siento. No. No aspira nada.
-No se preocupe. A mi hijo le ocurre lo mismo.
-¿Cómo dice?
-Mi hijo, que no tiene metas en la vida, no se le ve ilusión por las cosas. En definitiva, que no aspira a nada tampoco.
-Ya, bueno. Pero mi aspirador no es igual que su hijo.
-Soy consciente de ello. Es algo que se le pasará. Espero que cuando madure sea capaz de valorar lo que su madre y yo hemos hecho por él.
-Muy bien, pero ¿qué hago yo con mi aspirador?
-Busque ayuda. Un psicólogo podría ofrecerle asesoramiento. Arriba tenemos uno.
-¡Oiga! ¡Yo no necesito orientación psicológica!
-A nosotros también nos costó asumirlo. El primer paso fue reconocer como propia la incapacidad para acercarnos a nuestro hijo.
-¡Ya! Pero, ¿cómo puedo aplicar esto con mi aspirador?
-No sé, trate de hablar con él, no se muestre distante. Utilice su inteligencia, hombre.
-¡Basta! Lo que quiero es que el aspirador haga lo que espero de él.
-Veo que además de sarcófago es usted un intransigente. No sea tan duro con él.
-¿Qué quiere que haga? Fui educado en el seno de un hogar estricto. Nos gusta que las cosas funcionen como es debido.
-Tenga un poco de mano izquierda.
-Oiga, lo que  tengo es la casa hecha un asco.
-¡Hombre! Ahora lo entiendo todo. Es usted el típico cerdo que debería aprender a predicar con el ejemplo. ¿Cómo pretende que el aspirador asuma su papel si usted como padre es un auténtico puerco asqueroso?
-¡La culpa de que mi casa esté hecha una pocilga es del maldito aspirador!
-Veo que usted es incapaz de asumir las responsabilidades propias de un adulto. Culpando a los demás de su propia ineptitud no va a solucionar las cosas. Debería darle vergüenza, ¡madure de una vez!
-Mire, esta conversación no nos lleva a ningún sitio. Creo que el problema está en que el aspirador no hace bien el vacío.
-¿Y a eso le llama usted problema?
-¿Cómo dice?
-El hecho de que el aspirador no le haga el vacío es un primer paso, quiere decir que le escucha y que no le ignora.
-Verá, en realidad yo lo que quiero es devolverlo todo…
-Eso sí que no se lo voy a consentir, ¡en mi mostrador no vomita ni Dios! ¡Váyase usted a echar la pota a su mugrienta y cochambrosa guarida!
-Me temo que no me ha entendido. Le digo que quiero devolver el aspirador con todos sus accesorios.
-¿Pero cómo ha sido usted capaz de zamparse el aspirador, los tubos y la escobilla? ¿No ve que le puede hacer daño? ¿Qué se ha creído usted, un aspirador de aspiradores, un aspiradófago? Así no me extraña que no vaya bien…
-Mire, de verdad, déjelo. No puedo más. No quiero un aspirador que no funciona. Aquí se lo dejo. Renuncio a cualquier tipo de reembolso económico. Desisto.
-Vamos, hombre, no me sea tremendista.
-¿Ah, no? ¿Y qué quiere que haga? ¿Para qué me sirve un aspirador que no aspira?
-Pues verá, los reproductores de música no tienen descendencia y nadie se rasga las vestiduras. Igual que las neveras, que tampoco nievan. Ni las radios tienen diámetro. Por no hablar de las llaves inglesas, que no hablan idiomas. No lo tome todo en el sentido literal, no sirve de nada.
-Vaya, en estos momentos creo que el que no sirve para nada soy yo.
-No, hombre, claro que sirve, tan sólo debe aspirar a más.



martes, 10 de mayo de 2011

Historias de una indudable mente casta...Tengo una Duda












Mi nombre es lo de menos. No es que me llame Lodemenos, que por otra parte es un nombre genial. De hecho suena a héroe mítico de batalla griega: Lodemenos de Argos, por ejemplo. Lo que quiero decir es que no importa cómo me llamo. Bueno, a mí sí que me importa, pero en esta ocasión no viene a cuento.

Ocurrió, más o menos, hace un mes. Lo sé porque recuerdo perfectamente que me hallaba sentado, en la barra del bar Celona, bebiendo. Bebía en silencio, necesitaba algo de tranquilidad. Alejado del ruido y el bullicio, me pareció muy oportuno y apropiado pedir ron Nogrita. En ocasiones olvido que bebo para olvidar mi problema con el alcohol y la falta de memoria. Me hallaba enfrascado en mis pensamientos, cautivo por un tan repentino como inusual y lúcido destello de fervor místico-gastronómico. Recuerdo que trataba de encontrar el nexo común al arrepentimiento, la resurrección de la carne y la docena y media de chuletas de cordero que había cenado la noche anterior. Estaba a punto de dar con la clave de la encrucijada a la que mis propios pasos mentales me habían conducido cuando de repente me asaltó una Duda. Fue por la espalda. Un ataque limpio, una acometida certera. En unos segundos la Duda se había adueñado por completo de mí, tomando desde ese mismo instante, las riendas de la situación. No era una duda cualquiera. Tampoco lo era lechera. No. No era esa clase de duda. Era, más bien, una duda con clase. Durante unos minutos me tuvo a su merced. Afortunadamente resultó ser una duda razonable y acabamos alcanzando un compromiso. Fijamos la boda para el mes siguiente. Sin duda, una nefasta idea. Sin embargo, es decir, al corriente del pago de la hipoteca, seguimos bebiendo, ahora juntos y entre risas, para celebrar nuestro dudoso y desesperanzador enlace.

Ignoro cuanto tiempo transcurrió. Tampoco recuerdo cómo llegué a casa, pero el caso es que sé que la Duda me acompañó en cada momento, no me cabe la menor duda. ¿Debería ponerme calcetines para dormir?, ¿pasaría frío?, ¿me apetecería leer?, ¿era buena hora para poner una lavadora? Ni idea. No era capaz de encontrar respuestas a las cuestiones más triviales. Decidí acostarme con la Duda para, de ese modo, consumar nuestra extraña relación. Sin duda, o mejor dicho, con ella, fue una noche memorable.

El alba me arrancó del profundo sueño en el que me hallaba sumido. O tal vez sería mejor decir sumergido, pues si no recuerdo mal, me encontraba en la playa, tratando de salir a flote, luchando por no perecer ahogado en un mar de dudas. Al despertar me sorprendí pensando en René Descartes. Supongo que nadie mejor que él consiguió “descartar” sus dudas. A decir verdad, me vino a la mente su conocido, aunque para mí dudoso, Método, un Discurso en el que expone, con exquisita ambigüedad y una elaborada prosa enrevesada, una serie de artimañas manifiestamente rocambolescas para tomar conciencia de su propia existencia. “Cogito ergo sum” o “Pienso, luego existo”. Racionalismo en estado puro. ¡Y una mierda! ¡Qué disparate! ¿En qué coño estaría pensando? Se nota que en el siglo XVII no había programas del corazón ni prensa rosa. Afirmar que la existencia de una persona depende de su capacidad para pensar es tan inaudito como sostener que las mañanas de Telecinco apuestan por la cultura. ¿Alguien duda de la existencia de Ana Rosa Quintana o de Belén Esteban? ¿Alguien cree que piensan? Señoría, no hay más preguntas.

En algún momento de la mañana, mientras dudaba entre desayunar en casa o de camino al trabajo, lo comprendí todo, o al menos eso creí entonces. Comprendí que la Duda era necesaria. No en vano, la duda es la sal de la vida. Ésta no es una afirmación gratuita. Imagino que todos habréis estudiado algo de química inorgánica, por lo que sabréis que el nombre científico de la sal el clodudo de sodio.

Los días que sucedieron a nuestro primer encuentro sirvieron para estrechar, más aún si cabe, los lazos que me habían unido a la Duda. Descubrí de ese modo, que procedía de una familia de dudosa reputación. Según parece, aunque de origen campesino, pues en el pasado fue una familia que sembraba dudas, en la actualidad, tal y como me confesó, dirigen un grupo empresarial que arroja pingües beneficios. Me pareció entender que se referiría al beneficio de la duda, ya que me pidió que se lo concediera. Me habló de sus inversiones en Duda Pública, pese a la desconfianza que genera y a la incertidumbre actual que planea sobre el Tesoro. Según me dijo, ahora, más que nunca, había que estar a las dudas y a las maduras. Supongo que no estaba bromeando cuando me lo comentó, ya que, al parecer, existen serias dudas sobre la cuestión.

Sin ningún género de dudas, ella era mi Duda del género femenino, o al menos eso me pareció en ese momento. Ahora no estoy tan seguro de ello. De hecho, no quiero que la Duda vuelva a entrar en mi vida. No hay sitio para ella, no me cabe duda alguna ya. ¿Sabéis por qué? Pues os lo voy a contar. El día de nuestra boda no se presentó. Yo lo tenía clarísimo y supongo que, consecuentemente, mis dudas desaparecieron por completo, llevándose consigo a la que tanto quise. Pude comprobar y comprender, tan sólo entonces, el motivo por el que se suele decir que la duda ofende.

Ahora ya no tengo dudas. No pienso las cosas. Tal vez no exista, pero no me importa. Si algo he aprendido de esta historia es que si bebes, no con dudas.



lunes, 9 de mayo de 2011

Sigilismos, es decir, afirmaciones silenciosas gilipollescas. Parte tres






-Si levanto en peso a mujeres sádicas y señoras de la tercera edad, ¿aguanto a las duras y a las maduras?

-Si veo una película sobre la Segunda República Española, ¿será una película de hazañas o de Azañas?

Si se rompe el fax de la oficina justo en el peor momento ¿nos quedaremos faxtidiados?

-Si soy un gentleman de esos que no pasan ni frío ni calor, ¿seré un Caballero del Temple?

-Si te quiero un huevo y parte del otro. Si por ti doy la cara, me parto el pecho y lucho a brazo partido. Si te regalo algo que me cuesta un riñón y un ojo de la cara. Si ya te entregué mi corazón, ¿cuál es mi grado de discapacidad o, en todo caso, cuál será mi esperanza de vida?

-Si en un fin de semana visito más de 80 catedrales, ¿acabaré padeciendo claustrofobia?

-Si un cura está muy bien peinado, ¿es realmente necesario que pase el cepillo?


viernes, 6 de mayo de 2011

Sigilismos, es decir, afirmaciones silenciosas gilipollescas. Segunda oportunidad




-Si por descuido dejo un billete de 5 euros en un pantalón que meto en la lavadora, ¿podré decir que estoy blanqueando dinero?

-Si quedo con el jardinero a media mañana y me deja plantado, ¿será porque le ha salido otra flor?

-Si me calzo unos zapatos de tacón de aguja para conducir un camión, ¿tendré a la muerte en los tacones?

-Si mi pareja me ha sido infiel hace más de un mes y aún no me han salido los cuernos, ¿tendré falta de calcio?

-Si mi mujer es la que lleva los pantalones en casa, mi hija se ha puesto las botas y mi hijo está metido en camisa de once varas, ¿Qué coño me pongo hoy para salir a la calle?

-Si a un acusado, que además es culpable, le da por decir la verdad, ¿habrá perdido el juicio?

-Si la Duquesa de Alba expele una ventosidad, ¿se tratará de un gas noble?


jueves, 5 de mayo de 2011

Sigilismos, es decir, silogismos silenciosos gilipollescos








-Si un miembro viril es extremadamente pequeño, ¿es un pene o una pena?

-Si envío cartas a Belén Esteban, Lidia Lozano y Carmele Marchante, ¿escribo a tontas y a locas?

-Si al Rey se le ocurriera contar un chiste, ¿sería una soberana tontería?

-Si decido sentar la cabeza, ¿me dolerá la columna vertebral?

-Si cada mañana, al despertar, sientes cómo el aliento de la muerte recorre toda tu espalda, ¿no crees que deberías decirle a tu pareja que no comiera tanto ajo por la noche?

-Si es la primera vez que juego al Mus y te gano dieciséis partidas consecutivas, ¿te he dado un susto de órdago?



lunes, 2 de mayo de 2011

Sucesos par(i)dos…un atraco frustrado tratado de perpetrar por un atracador frustrante





Nota: se aconseja pinchar el enlace con el fin de hacer la historia más creíble.





-¡Arriba las manos! ¡Al suelo!
-¿Cómo dice?
-¡Esto es un atraco!
-¿Viene usted del Ministerio de Hacienda?
-¡No, coño! ¡Soy un particular! ¡Arriba las manos!
-¿Podría pasar usted mañana?
-¿Qué dice?
-Ahora me viene mal. No estoy de humor para atracos, es la hora de cerrar y esta noche hay partido en la tele.
-¡Hostia! ¿Quién coño está atracando? ¿Usted? No. Sin embargo yo sí, ¿verdad? Pues deje que atraque cuando me venga mejor a mí. Mañana me viene fatal, así es que le atraco ahora.
-Para atraco, lo que me cobraron el otro día por la gasolina…
-Pues sí, tiene usted razón, si yo le contara…Pero no me cambie de tema, ¡Maldita sea! ¡Al suelo!
-¿Boca arriba o boca abajo?
-¿Qué más da? ¡Tírese al suelo!
-Lo digo porque boca abajo es más jodido levantar las manos sin parecer una morsa varada en la playa.
-¡Déjese de tonterías! ¡Estoy muy loco!
-¿Lo ha visto a usted algún psiquiatra?
-¡Al suelo o le meto un tiro en la sien!
-Oiga, no es por nada, pero me está usted apuntando con un manojo de cebollas tiernas.
-¡Da igual, quédese con el concepto! Además son cebollas de las que hacen llorar mucho.
-Dígame, en serio ¿qué es lo que desea?
-¡Deme toda la pasta!
-Verá, la pasta está a mitad del segundo pasillo, junto a los arroces. Si quiere pasta fresca, la puede encontrar en la zona de refrigerados.
-¡Basta! ¡Deme todo el dinero que tenga!
-De acuerdo, con la condición de que se lleve a mi esposa, ¿quiere también que le ponga la hipoteca a su nombre?
-¡Oiga, su actitud me insulta! ¡Oponga usted algo de resistencia, joder!
-No me da la gana, tengo una vida de mierda y me quiero morir. Ya podría haber venido usted preparado con un revólver o un cuchillo bien afilado. Si quiere le puedo ofrecer una navaja suiza que tenemos en oferta, ¿le interesa?
-No me interesa. Lo siento, espere un momento. Me llaman por teléfono. Creo que es mi mujer. Tenga esta cuerda y vaya mientras tanto atándose los tobillos y las manos. Ahora mismo estoy de nuevo con usted.
-………
-¿Sí?, dígame…¡Ah! Hola, cariño, ¿qué tal todo?
-……..
-Escucha, ahora me pillas mal, estoy… trabajando…
-…….
-Sí…, ya sé que te dije que volvería temprano…
-…….
-Que sí…, que ya he comprado las cebollas tiernas…
-…….
-No…, eso aún no he tenido tiempo de comprarlo…
-……
-Escucha, no te preocupes, que estoy en el supermercado…No, aún no han cerrado…Sí, es por mi culpa, como siempre, estoy liando al dependiente…
-……
-Vale, todo eso y el pan de molde, ¿algo más?... Es verdad, los cereales de los niños…Me pillas algo ocupado, ¿sabes?...Pues nada, nena, un tema de nudos…Estoy tratando de atar un asunto…
-……
-¿Cómo que Manolito ha suspendido las matemáticas?...¡Oye, oye! ¡Que no es culpa mía que no sepa copiar como yo le enseñé!
-…..
-¿Cómo que viene tu madre a cenar?... ¡Si ya vino el año pasado!
-……
-¡Ya sé que la casa está hecha un desastre! ¡Vivo allí!, ¿recuerdas?…Sí, me tocaba fregar hoy a mí…Lo siento, lo siento…Lo hablamos cuando llegue a casa, mi vida…
-…….
-Ahora no puedo…¿Se va a dormir la niña?...Dale un beso de buenas noches de mi parte…
-……
-¡No! No me la pases…¡Que no le puedo cantar ahora la canción del osito mofletitos…!
-……
-¡Oye! ¡No, coño! ¡Que no es buen momento, joder!....¡Ah, hija! ¡Eres tú!....Claro, claro, papi está trabajando…No, cielo, no te pongas a llorar…
-……
-Vale, pero sólo un trocito…
-Oiga, no quisiera interrumpirle, yo voy a ir cerrando, por adelantar. Pero usted siga, siga…
-¡Me cago en todo lo que se menea! ¡Usted no se mueva de ahí!
-……
-¡No! Hija, no te decía a ti. Papi hablaba con un señor muy malo de la tienda…De verdad, si papi te quiere mucho…
-Le juro que si canta la canción del osito mofletitos me mato yo mismo ahora.
-Hija, papi tiene que colgar, ahora está muy ocupado…
-……
-¡No! ¡No me la pases! ¡Que no quiero hablar con tu abuela!...
-Si quiere me voy golpeando la cabeza contra el mostrador, a estas alturas del atraco siento que necesitaría haber perdido el conocimiento hace rato.
-¡Usted cállese! ¿Quién coño se cree que es? ¡Aquí soy yo el que toma las decisiones y el que da las órdenes!...¡No, doña Remigia, no le decía a usted!...¡Que no! ¡Que no!...
-……
-¡Déjeme explicarle doña Remigia! ¡Oiga! ¡Oiga! ¡Que no! ¡Que no! ¡Oiga! ¡Oiga!¿Me oye? ¿Oiga? ¡Me la colgado! ¡Será….suegra! ¡Mierda!
-¿Problemas domésticos?
-¿Usted qué cree?
-¿Sobre qué tema?
-Déjelo. Cancelo el atraco. Renuncio a la vida de pendenciero.
-Hombre, no se desanime, que no iba tan mal. Ya casi me tenía a su merced…
-No creo, eso se lo dirá usted a todos…
-No, en serio, me ha gustado mucho su actitud inicial, tiene usted madera de delincuente y un futuro prometedor en el mundo del crimen desorganizado.
-Muchísimas gracias, no se imagina lo que agradezco sus palabras de ánimo.
-¿Por qué no lo vuelve a intentar usted mañana?
-¿Mañana? Imposible, tengo pilates. ¿Qué tal el sábado?
-El sábado es perfecto. Suelo hacer más caja y se puede usted llevar un buen botín.
-¡Genial! Nos vemos el sábado. Una cosa más. ¿Puedo pagar las cebollas tiernas con tarjeta de crédito? No llevo dinero suelto…
-¡Así no va usted bien! ¡Golpéeme y salga corriendo con ellas!
-¿Pero…?
-Nada de peros, ¿a qué espera?
-Vale, vale, voy…
-¡Así no!, ¡coño!, ¡con más entusiasmo! No me pegue usted con las cebollas, que me da la risa…
-Si insiste…Le voy a dar un puñetazo, cierre los ojos, por favor.
-¡Mucho mejor! ¡Ahora corra! ¡Corra!
-Gracias, y lamento mucho haberle roto la nariz, ¡hasta el sábado!
-¡Vale, hasta el sábado! ¡Y venga después de comer, que a las once he quedado con un grupo antisemita que viene a confiscar todas las judías que tengo!


domingo, 1 de mayo de 2011

Reflexiones de cabecera…¿Quién sabe si…? Décima parte






-Si se me juntan las letras de la hipoteca, ¿tengo astigmatismo financiero?

-Si no veo claro el futuro, ¿tengo miopía astral?

-Si no puedo dejar de pensar en el chocolate, ¿tendré un cacao mental?

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