miércoles, 6 de abril de 2011

Sucesos par(i)dos….un examen médico de todo corazón

Sostengo, como diría Tabucchi de Pereira, que la crueldad y el sadismo del ser humano no conocen límites. ¿De qué otra forma se puede explicar que alguien pueda disfrutar leyendo el diálogo que viene a continuación? Trataré de recrear la conversación que tiene lugar en un consultorio médico, entre el doctor y uno de sus pacientes, aquejado por una dolencia peculiar.




-Buenas tardes, ¿qué le ha traído a usted por aquí?
-Mi mujer, aquí presente, me ha traído en su coche, no sabe lo mal que está el transporte público.
-Discúlpeme, reformularé la pregunta. ¿Por qué ha venido a la consulta?
-Verá doctor, como puede comprobar, tengo una daga florentina insertada en el corazón y como comprenderá, resulta bastante incómoda. Vengo a que me reconozca.
-Lo siento caballero, su cara no me suena absolutamente de nada, no le reconozco.
-Insisto, me gustaría que me atendiera. El cuchillo clavado no me permite dormir boca abajo y últimamente estoy pasando mucho sueño.
-Está bien, de acuerdo. Dígame su nombre.
-¿Qué relevancia tiene el nombre ahora?
-Mucha. El nombre tiene mucha relevancia, ahora y siempre. Nos individualiza ante la sociedad, de hecho, en ocasiones el nombre puede llegar a forjar una personalidad que…
-Vale, vale, me llamo Glauco. Glauco Cito.
-Dígame, señor Cito, ¿le duele mucho?
-Sólo cuando me río.
-Ya veo. ¿Toma usted algo?
-Sí, gracias. Póngame un cortado, corto de leche, si no es mucha molestia. ¿Qué tiene de bollería?
-Oiga, creo que me ha malinterpretado. Le preguntaba si tomaba algo para lo de su herida.
-¡Ah! Pues no sé, póngame un poco de amoxicilina y un vasito de agua.
-Bien, déjelo. ¿Tiene usted algún otro síntoma?
-Sí, la verdad es que la hoja de acero del cuchillo me roza un poco la arteria aorta y me hace cosquillas. Cuando hago la diástole me da la risa, ¡¡Jajajajaja!! Así, ¿lo ve? Doctor, dígame, ¡¡Jajajajaja!!, ¿que padezco?
 -Pues parece usted un auténtico gilipollas. Pero da igual. ¿Expectora cuando tose?
-¿Yo?, ¿qué si hago qué?
-¡Digo que si esputa!
-¿Quién?, ¿mi mujer, puta? ¿Cómo se atreve a insinuar tal cosa?
-Oiga, yo no he insinuado nada, le decía que…
-O sea, ¿que lo afirma? Tiene usted muy poca vergüenza doctor, que lo sepa. ¡Retírelo!
-Lo siento, ha sido un malentendido. No obstante me reafirmo en el diagnóstico. Es usted muy, muy gilipollas. Por cierto, tengo una duda, ¿cómo se ha hecho usted esto?
-Verá doctor, ha sido una tragedia.
-Ya me imagino, ha debido de ser horrible.
-No me entiende, doctor. Ha sido una tragedia romana. Soy actor e interpretaba a Julio César en el momento de su muerte. Nuestra compañía de teatro es partidaria de no sobreactuar. Entendemos el arte dramático como una prolongación de la realidad cotidiana, jamás fingimos una escena, la reproducimos tal cuál es, llevándola hasta las últimas consecuencias. Debería haber visto al público, puesto en pie y aplaudiendo emocionado y entregado. Se les saltaban las lágrimas, igual que a mí, aunque por diferentes motivos, claro está.
-Veo que le tocó a usted el peor papel en esta ocasión.
-No crea, debería haber visto usted las caras de los compañeros que tuvieron que hacer de eunucos.
-¡Vaya por Dios! Prosigamos. ¿Sabe si existen antecedentes en su familia con la misma patología?
-Ahora que lo dice, creo recordar que a un tío abuelo mío lo atravesó una lanza durante la rendición de Breda. La culpa fue de los tercios de Flandes.
-Ya. Supongo que la vida militar en el siglo XVI debió de ser muy dura.
-¿Qué vida militar? También era actor, y se conoce que antes del lanzamiento del musical “Lánzame la lanza con suma confianza”, que recreaba el famoso cuadro pintado por Velázquez, se pusieron hasta arriba de tercios de cerveza belga. Algo debió salir mal como consecuencia del estado de embriaguez en que se hallaban, y lanzaron las lanzas de forma poco precisa, o más bien justo lo contrario. Total, fallecieron treinta miembros de la compañía, el apuntador y parte de los ocupantes de la primera fila del…
-Es igual, no quiero saberlo. Ahora le voy a realizar a usted un examen médico exhaustivo.
-Gracias doctor, por fin se ha dado cuenta usted de la gravedad de la situación.
-Vamos allá. Defina, con sus palabras, en qué consiste el lupus.
-Oiga, ¿qué significa esto?
-Lo siento, no puedo darle pistas, ya le dije que le iba a examinar, no se haga usted el tonto. Responda.
-De acuerdo. El lupus es una enfermedad autoinmune crónica que afecta al tejido conjuntivo.
-Correcto. Ahora enuncie brevemente alguno de los síntomas de la astenia primaveral.
-Oiga, me encuentro un poco cansado y no tengo ganas de seguir con esto.
-¡Es correcto también! Describa los efectos del trastorno por déficit de atención e hiperactividad.
-¡Me cago en la leche! Está usted acabando con mi paciencia. Estoy que me subo por las paredes y de un momento a otro voy a dejar de escuchar sus estupideces.
-¡Fantástico! Ha superado usted con éxito el examen. Mi más sincera enhorabuena. Ahora voy a tratar de extraerle el cuchillo. ¿Quiere que lo haga con o sin dolor?
-¿Qué es más barato?
-Hombre, sin dolor es mucho más económico, del orden de la mitad de precio.
-Pues no se hable más, sáquelo usted sin dolor.
-De acuerdo. Muerda este paño. Empezamos.
-¡Ahhh!
-No se me queje, hombre, que aún no lo he tocado.
-Vale, vale, estaba ensayando.
-Vamos allá…A ver, a ver… Madre mía, lo tiene usted bien empotrado. Necesitaré la ayuda de su esposa. Tenga, ate a su marido con esta cuerda a la silla. Póngase detrás y estire de él con todas sus fuerzas.
-¡Ahhh! ¡Ahhh! ¡Ahhh!
-No grite, hostia, que al final se lo voy a tener que cobrar con dolor.
-¡Jajajajaja! ¡Jajajajaja! Me hace usted cosquillas en el ventrículo izquierdo, ¡Jajajajaja! Pare, por favor, creo que estoy entrando en parada cardiorespiratoria, ¡Jajajajaja! ¡Jajajajaja! ¡Que me meo! ¡Jajajajajaja!
-¡Así no se puede trabajar, coño! Creo que va a tener que dormir usted panza arriba durante el resto de su vida.
-¡Jajajajaja! ¡Jajajajaja! Creo que me queda poca, ¡Jajajajaja! ¡Jajajajaja! ¡Me ahogo! ¡Jajajajaja! ¿Cree usted que lo que tengo es grave? ¡Jajajajaja!
-No tengo ni idea. Pero no se preocupe, lo sabremos dentro de un rato, en cuanto le termine de hacer a usted la autopsia.

3 comentarios:

  1. Jajajajaja

    Por favor dame el nombre del médico, para no acudir nunca a su consulta...

    jajajajajajaj, un beso...es que me parto!!!

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  2. Vaya diálogo ejemplar. Como la gravedad de las heridas es tanta, me muero de risa. Debió el pintor disfrutar con el dibujo. Buen artículo.

    El médico a palos

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  3. ¿De qué tratado de anatomía asesina has sacado la estampa? ¿Del que dejó inédito el marqués de Sade?

    Gallígula

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