sábado, 5 de febrero de 2011

La cuenta…¿por favor?...Ésta es la Última Cena

Ha costado, pero, finalmente, salió. Pretendía establecer un paralelismo entre las dificultades encontradas para la gestación de este artículo y los problemas de deposición de los individuos que padecen estreñimiento, pero creo que no es apropiado.
Empezamos:


La cuenta…¿por favor?

No sé si esto me sucede únicamente a mí, pero, en ocasiones, tengo la extraña sensación de que cuando formulo esta petición, mi tono de voz tiende a tornarse casi interrogativo a medida que las palabras van brotando de mis labios. Supongo que quizás es el deseo oculto, la vana esperanza, de que la respuesta recibida sea un: “no, no se debe nada”. Al pronunciar esta frase, inconscientemente, fijamos un punto de inflexión en el ritual de la comida. Existe un antes y un después de “la cuenta…¿por favor?”. El cliente, al pedirla, y leyendo entre líneas, está diciendo: hasta ahora he disfrutado yo, ahora, lamentablemente, te toca a ti.
En fin, no quisiera desviarme demasiado del tema que nos ocupa hoy, que, en parte, tiene que ver con restaurantes y cuentas que saldar.

ESPACIO Y TIEMPO

El acontecimiento que pretendo narrar sucede, íntegramente, en el restaurante “Casa Poncio. El Rincón Hebraico”, pulcro local donde los haya, en el que además se invita a la higiene personal del cliente, a través de su celebrado lema: “Nosotros nos lavamos las manos… ¿y usted?”.

Sobre el momento en que transcurre la acción, diré que es un miércoles, no cualquiera, víspera de Jueves Santo, a las diez de la noche, hora de Judea.

MENÚ ESPECIAL DE SEMANA SANTA PARA TRECE PERSONAS:

-Antipasti: morros de nutria, surtido de patés “horror vacui”  y huevos de Pilatos, revueltos, de centurión.
-Ensalada Iulius Caesar Augusta.
-Plato principal: Besugo a lo Herodes, si te gusta, bien, y si no te…lo dejas.
-Postres: huesecillos de santo, galletas maría, magdalenas y pastelillos de cabello de ángel.
Pan de oblea, vino, servicio, propinas e impuestos incluidos.

Precio: 1 denario de plata por persona.

HECHOS


Se reúne para cenar el departamento comercial de la empresa “Christchurch & Fellows Inc.”. El motivo, una despedida. Jesús, project manager, gurú del coaching y experto en liderazgo, deja su puesto vacante. Realmente no abandona la empresa, más bien se trata de un Ascenso. Durante los últimos años ha venido desempeñando las funciones de comercial, marketing  y difusión de los valores de la Compañía, con un éxito tal, que ha sido llamado por el Jefe, su padre, para ocupar un cargo de mayor responsabilidad, en un despacho en el Más Allá, o más arriba (como queráis), en la Oficina Central, justo a su derecha, coordinando los departamentos de atención al creyente y milagros mundanos.

La velada resulta exitosa hasta el momento de pedir la cuenta. Es entonces cuando se percatan de que el precio que les exigen no responde a sus expectativas. Habían concertado el menú especial de Semana Santa, por lo que contaban con abonar un total de 13 denarios de plata, en vez de los 30 que les reclaman. Según parece, alguien ha pedido exquisitos manjares extra, por un valor de nada más y nada menos que 17 denarios, cantidad que no consiguen reunir entre todos.
El desconcierto es absoluto, la tensión se palpa en el ambiente, y acaban por enzarzarse en agrias discusiones y acaloradas polémicas.




A nuestra derecha, contemplamos a Mateo, Judas Tadeo y Simón, interpretando el siguiente diálogo:

-Mateo, señalando a Jesús: “Puesto que, sin duda, Jesús es el Mesías, podrá obrar el milagro de los 30 denarios.”

-Simón, encogiéndose de hombros: “Seguramente, pero, como verdadero Mesías, jamás sería beneficiario de uno de sus propios milagros. ¡La cosa pinta parda!”

-Judas Tadeo: “Yo, qué queréis que os diga, si de mí dependiera la decisión, lo mejor sería hacer un simpa.”

Más cerca de Jesús, encontramos a Tomás, Santiago el Mayor y Felipe:

-Felipe, a medio incorporar: “Lo siento, Jesús, la culpa es mía. Sucumbí a belcebú, pedí una “Pizza Diavola”, con extra de queso y pepperoni, es mi debilidad.”

-Tomás, alzando el dedo índice de la mano derecha: “Señor, ¡yo tan sólo he tomado un morro de nutria!, ¡¡Alguien ha debido de tocar mis huevos de Pilatos!!”

-Santiago el Mayor, que ha bebido un poco…bueno, mucho, trata de contener a Felipe y a Tomás, con voz etílica: “¡Atrás! ¡Dejad al maestro en paz! ¡Vaya cruz le ha caído con vosotros! Por cierto, ¿queda un poco de orujo de hierbas?”

-Bartolomé, a la izquierda, intenta salir de la escena. Avergonzado, piensa: (¡Vaya tela! ¡Menudo lío se ha montado! Si lo llego a saber no pido el kilo de ostras del Mar Muerto. Con lo bien que nos lo estábamos pasando. Al final sólo hemos podido inventar 10 de los 40 mandamientos que habíamos previsto. ¡Cáspita!)

-Juan, cariacontecido, reconoce lo siguiente: “He de confesar que yo también he pecado. Aun a riesgo de enojar a Pedro, y a su decadente negocio de pescado, diré que donde esté un buen Cordero de Dios, que se quite el pescado del mundo.”

-Santiago el Menor trata de sujetar a Pedro, mayorista, de los que no limpian pescado, y con el negocio en horas bajas: “Pedro, recuerda que la violencia no es el camino. ¡Suéltalo, o te mato!”

-Pedro, se acerca a Juan, algo irritado por su comentario sobre el pescado del mundo, y haciendo gala de su cortesía y afabilidad acostumbrada le formula una sugerencia: “Juan, querido amigo, tu sigue así, comiendo cordero, ¡¡que cualquier día te rebano el pescuezo!!”

-Andrés, que debido a su avanzada edad sufre un trastorno del sueño, intercala episodios de profunda amnesia con otros de euforia incontrolada, exclama: “Señores, esto no va conmigo, ¡¡jamás se me ocurriría tocar los huevos de Pilatos de Tomás!!”

-Judas Iscariote, se gira, y aprovechando la confusión, piensa: (¡Mosquis!, éste es buen momento para esfumarme, voy a coger este trozo de pan y me abro. Esto se está poniendo chungo, así que me largo, he quedado para cobrar 30 denarios de plata, en concepto de traición. Esperadme, que ahora vuelvo a pagar, ¡jejeje!)


-Jesús, en el centro, con su legendaria actitud beatífica y su infinita bondad, agotando sus escasas reservas de paciencia, alzando la voz, impostándola y gustándose a sí mismo, se dirigió a sus discípulos: “Queridos hermanos, ahora, más que nunca, me reafirmo en mi voluntad de abandonar el departamento. Después de transitar por Tears Valley (valle de lágrimas), este momento supone la gota que colma el vaso. Me habéis dado la noche, ¡ya no puedo más! ¡Me estáis amargando la existencia! ¡Os juro por papá que ésta es la Última Cena que organizo!”

Y el resto de la historia, imagino, ya la conocéis.

6 comentarios:

  1. Mecachis, esto es incendiaro, la Santa Sede ya ha llamado a consultas al embajador...

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  2. Jajajajaj, simplemente sublime diría yo.
    Por esto creo que te vas a ganar un nominación....jajajaja. Gracias.
    Un saludo.

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  3. Una magistral e ingeniosa descontextualización de la última cena. El análisis del gesto es acertadísimo... Dan Brown te hubiera creído a pies juntillas... y como siempre consigues carcajadas muchas. Enhorabuena!!

    Un saludo indomable desde La Emoción.

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    Respuestas
    1. SI YO CREO QUE TE HAS GANADO EL PREMIO MAYOR, TE HAS GANADO UN VIAJE GRATIS AL INFIERNO, POR DIFAMACION A LAS SAGRADAS ESCRITURAS... ESTUPIDO.

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  4. Realmente genial!! jajajaja...me encantó. Totalmente...fuera y dentro de foco.
    Que bueno que pase a verte, super sorpresa con tu texto:-):-):)

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  5. Buen humor muy agudo e irreverente, me ha gustado y quedamos con las ganas de la continuación, por ejemplo que no pagan la cuenta y por eso se llevan preso a Jesús etc... esperamos una segunda parte...
    Gracias por esta valiosa invitación.
    fredy

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