lunes, 27 de junio de 2011

Qué oyen mis oídos…Cuñas publicitarias o coñas publicitarias, ¿qué más da o qué coño importa?



Aviso: Se llama “cuña” publicitaria a todo aquel anuncio que se introduce, a modo de cuña (¡qué imaginación tan desbordante!) entre sendas porciones o segmentos de programación radiofónica. Me tomo la libertad de llamar “coña” publicitaria a toda aquella “cuña” que ofrece la impresión de haber sido “acuñada”, bajo los efectos etílicos del “coñac” o de unas “cañas” de cerveza. Quedan avisados.






Recuerdo con claridad la primera vez que escuché esta cuña (o mejor dicho, coña) publicitaria. Iba en el coche, conduciendo (normalmente utilizo el coche para tal menester, aunque en ocasiones también me sirve como lugar favorito en el que olvidar objetos). Me dirigía concretamente a Nosedónde o a Dondefuera, da igual, ya que sendos lugares se encuentran indistintamente ubicados, muy cerca de Yoquesé. La cuestión es que tuve que detener el vehículo en el arcén para reponerme del shock que me produjo lo que acababa de escuchar por la radio: “Trae a tus hijos al parque zoológico de Tierra Madura Benidorm. Se buscan niños para dar de comer a tigres, leones, rinocerontes, búfalos y serpientes”. Mi primera reacción, después de respirar hondo varias veces, fue la de llamar por teléfono al Defensor del Menor. Tras pensarlo fríamente decidí no hacerlo, debido, en parte, a que no tenía su número en mi agenda y en mayor medida a que, como de costumbre, había olvidado el teléfono en casa.

Llegados a este punto quisiera hacer un llamamiento (evidentemente en sentido figurado, pues como imaginaréis, he vuelto a olvidar el teléfono, en esta ocasión en el coche, o al menos eso espero). Mejor dicho, dos. Dos llamamientos, eso es. Uno a la serenidad y otro a la coherencia. El primero va destinado a padres y madres de niños candidatos a ser devorados por las fieras. El segundo lo dirijo al talento del autor intelectual que ideó este festival antropófago-pueril travestido de cuña (a partir de ahora sólo me referiré a ella como coña) publicitaria.

A las madres y padres. Tranquilos. No os precipitéis. Recordad que, por muy díscolo e insoportable que pueda llegar a ser, sigue siendo vuestro hijo. En ocasiones merecerá algún tipo de castigo o reprimenda, pero el hecho de ser devorado por las fieras nunca, y repito, nunca, será una solución satisfactoria (tal vez para los leones y los tigres sí, para los búfalos no, pues creo que son herbívoros). Tampoco será justificable o admisible por ninguna de las distintas tendencias pedagógicas actuales.
Pensándolo bien, éste podría ser un método eficaz para amenazar a niños rebeldes y poco estudiosos. Imaginemos a mamá hablando con Manolito, su indisciplinado hijo de seis años: “Manolito, mamá te quiere mucho, pero tu desastroso final de curso académico dista mucho de lo que se espera de ti como hijo. Tu padre y yo hemos tomado una decisión, dolorosa, pero firme. Avalados por la autoridad que nos otorga la madre naturaleza, así como la potestad legal que sobre ti ostentamos, no nos resulta fácil comunicarte que si no superas el tercer trimestre nos veremos obligados a llevarte a Tierra Madura Benidorm, para que sirvas de manjar a los hambrientos leones.” La desventaja que se observa en este método es que la amenaza, si llegase el caso de tener que hacerla efectiva, tan sólo se podría llevar a la práctica en una ocasión.

Al talentoso autor intelectual de la coña. ¿Qué pasa? Sé que la situación económica por la que atraviesan los parques temáticos españoles no invita al optimismo precisamente, pero, ¿no hay recursos suficientes en Tierra Madura Benidorm para alimentar a los animales? Lo habitual es que éstos se nutran a base de “pienso”, pero según parece, además de con la primera persona, han consumido toda la capacidad del verbo “pensar”. Lo más sorprendente es que, además de en comida, han escatimado en complementos directos, por lo que se deduce que la cosa debe de estar fatal. Déjame adivinar… También fuiste tú el creador de la coña publicitaria del Castillo Conde de Alfaz: “Con tu entrada, el primer niño gratis y el segundo al 50%” ¿Qué coño hacéis con los niños?, ¿Regaláis los que no se comen los animales de Tierra Madura? No entiendo nada. Por favor, que alguien me lo explique, no es coña.

miércoles, 15 de junio de 2011

Fe de Ratas o la creencia en un Más Allá para roedores



Hace tiempo alguien me contó una preciosa historia sobre la vida de los ratones. El problema es que no presté demasiada atención y ahora, por desgracia, no la recuerdo. Ésta es la razón por la que me veo obligado a improvisar, como de costumbre, sin tener mucha idea sobre el lugar al que me llevarán mis pasos (palabras, mejor dicho, pues no se me da bien caminar y escribir a la vez).
Existe un vínculo común a ratas, ratones, hamsters, castores, ardillas, nutrias y demás roedores. Su fe. Una fe inquebrantable, a prueba de herejes caninos y felinos. Una fe que les hace pasar de puntillas (tal vez a saltitos) por esta vida, a la espera de la promesa de otra mejor, junto al Ratoncito Pérez o a San Mickey Mouse, rodeados por montañas de queso (supongo que del camembert Carpice des Dieux, por la alusión divina). De ninguna otra manera se explica su existencia rastrera y, en multitud de circunstancias, inmunda.
Sin embargo, y a pesar de la necesidad inherente al roedor de creer en un ser supremo (¿quizás Super Ratón?) al que encomendar sus ruegos y preguntas, existen voces (o el sonido que emitan, cualquiera que sea) discrepantes que niegan tal presencia divina, declarándose abiertamente escépticos al respecto.
Es precisamente esta disyuntiva la que me permite esbozar mi teoría, que es la que a continuación expongo. Los roedores pueden estar en lo cierto o no. Pueden tener o no la razón. Probablemente eso carezca de importancia. Lo realmente crucial es su derecho a poder estar equivocados. Por tal motivo, cuando alguien se percata de que ha cometido un error tiene la posibilidad de reconocerlo públicamente y enmendarlo mediante lo que se conoce como Fe de Ratas, vamos, digo yo.

lunes, 6 de junio de 2011

Sucesos par(i)dos…una empanada mental


Tras unos días sufriendo de ansiedad, y a la espera de que me abandone definitivamente, mi regreso no podía estar mejor justificado que con una visita a la consulta del médico.




-Doctor, estoy fatal.
-¿Qué le pasa?
-¿A quién?
-Dice que está fatal, ¿qué le ocurre?
-¿A quién?
-A usted, coño. A usted.
-¿Lo ve? Me está hablando en tercera persona y no me entero. Tengo un problema con las conjugaciones verbales, me ocurre en multitud de ocasiones.
-¿Verbigracia?
-No sé si se llama verbigracia o verborrea, pero a mí no me hace ni puta gracia.
-Ya veo, ya veo. ¿Qué le pasa a usted?
-Pues verá, mi mujer dice que tengo una empanada mental, ¿es grave?
-¿Es gallega?
-No. Mi mujer es senegalesa.
-Me refiero a su empanada.
-No, ella no las sabe hacer.
-Su empanada. La suya de usted. La mental, ¿recuerda?
-Sí, me suena de algo…
-Vamos a ver…
-Hablando de la vista. No veo claro el futuro.
-Mire, soy médico no vidente.
-¿Es usted ciego?
-No. No soy invidente, pero tampoco vidente.
-Es usted muy críptico, doctor, eso sí es evidente.
-Bueno, ¿ha visto usted alguna vez destellos en la oscuridad?
-No,  no conozco esa película. Yo soy más de cine de autor comprometido socialmente. “Asesinato justo” o “Estoy hecho un animal” van en esa línea.
-¿Le gustan a usted ese tipo de películas?
-No. En realidad las veo por compromisos sociales que tengo.
-De acuerdo. Dice que no ve claro el futuro, ¿a qué se refiere exactamente?
-Al futuro, que no lo veo claro.
-Oiga, ¿podría darme alguna pista más?
-Que lo veo todo negro.
-Tal vez necesite gafas.
-Pues cómpreselas, doctor, no sé por qué me cuenta esto a mí.
-Me refiero a usted. Tal vez usted las necesite.
-No creo. Lamento contrariarle, pero el presente lo veo bien. Lo que veo negro es el futuro.
-Quizás eso tenga algo que ver con el hecho de que desde que entró usted en la consulta ha mantenido los ojos cerrados. Trate de abrirlos, si no es mucha molestia.
-Muchas gracias, doctor, me ha devuelto la visión de futuro.
-¿Cómo se siente ahora?
-¿Quién?
-¡Usted, joder! Creo que vamos a tener que dejar de lado el tratamiento formal. Así no nos entendemos.
-¿Qué tratamiento? No sabía que ya me había recetado algo.
-Me refería al tratamiento de usted.
-Ya, al mío me refiero yo también, ¿qué es lo que debo tomar?
-Nada, déjelo, es igual. Antes le pregunté que cómo se sentía.
-¿Cuándo?
-Antes.
-¿Antes de qué?
-Antes le pregunté que cómo se siente ahora.
-¿Quiere que se lo diga ahora o antes? Antes ya no se lo puedo decir porque el inexorable devenir lineal del tiempo me lo imposibilita. Pero si tenemos en cuenta que ahora será antes dentro de un momento creo que me he bloqueado.
-No sufra. ¿Qué tal se siente ahora?
-Mucho peor.
-¿Por qué?
-Ahora lo que no veo claro es el pasado.
-Tal vez esté falto de memoria.
-Pues no lo deje pasar, doctor. Debería tomar usted más fósforo.
-¡Me refiero a usted!
-¿Falto de memoria? ¿Yo? Está usted muy equivocado, señor agente.
-¿Lo ve? No tiene usted recuerdos a corto plazo.
-Ahora lo veo todo claro. Creo que está tratando de confundirme, señor profesor.
-El diagnóstico de su mujer es bastante acertado.
-¿Qué le ocurre a mi mujer? Dígamelo, sin trapos calientes.
-Se dice sin paños calientes.
-No es momento de sacar los paños sucios.
-Se dice sacar los trapos sucios.
-Veo que es usted el puto amo de la jerga del sector textil, ¡vaya tela!
-No quisiera faltarle al respeto, pero dígame qué más puedo hacer por usted. Tengo más pacientes que atender.
-¿Y son pacientes de verdad?
-Por supuesto.
-Entonces no les importará esperar, pues la paciencia es la cualidad que define al paciente.
-Bueno, déjese de tonterías. ¿Desea algo más?
-Sí, un café y media tostada con aceite, camarero.
-Tenía usted razón. Está fatal. Memoria de mosquito, vista de murciélago, y por si esto fuera poco, veo que tiene patas de gallo.
-¿Insinúa usted que sufro una especie de metamorfosis animal?
-Se podría decir que, en el plano conceptual y desde el punto de vista meramente teórico, es usted una esfinge venida a menos.
-¿Cree que me estoy transformando en un ser mitológico?
-Verá, de mito tiene usted poco y de lógico menos todavía, así es que no.
-¿Qué me dice sobre mi belleza interior?
-Que debe de tener usted un bazo muy hermoso.
-Gracias, preciosa. Lo tengo hermoso y además suave.
-¿Suave?, ¿el bazo?
-En efecto. Aunque sería más acertado decir los bazos.
-¿Bazos?, ¿acaso cree tener más de uno?
-Por supuesto, tengo dos. Me los hice depilar junto con las piennas a través de rayos lácer.
-Querrá usted decir rayos láser.
-No, lo siento pero no lo querré decir.
-Mire, señor, se me está agotando la paciencia.
-A mí también. Hace más de un cuarto de hora que le pedí un café y media tostada, ¿a qué coño espera?
-No me parece muy apropiada su elección.
-¿Y eso por qué?
-Considero que a su empanada mental le va mejor un poco de vino de aguja.
-¿Rosado?
-No. Hipodérmica.
-Pues no se hable más. Le invito a una ronda, señor agente.



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